
Hace ahora casi un año, un sorpresivo tuit de @PozaSalTurismo nos ponía sobre la pista de una imagen de dos sepulturas de Bosnia y Herzegovina, cuyo parecido con nuestras singulares estelas-casa de Poza de la Sal (Burgos) había llamado la atención de un tuitero (@Caminodomar) especializado en rastrear antigüedades.
Y, en efecto, bastaba mirar la imagen que acompañaba el mensaje (reproducida junto a estas líneas) para pensar que la relación entre ambos fenómenos funerarios quizá no fuera una idea descabellada, pese a que, hasta ahora, no se había planteado. ¿Son lo mismo?, preguntaba @Caminodomar en la red global.
Las estelas-casa pozanas, con su sencillez y su halo de misterioso significado espiritual y cultural, me han cautivado desde hace años. He dedicado bastante tiempo a rastrear información sobre ellas, tal y como he venido dando cuenta a través de la docena de notas sobre el tema publicadas hasta la fecha en este blog (1). Por eso, el inocente y nada académico reto lanzado por los tuits me resultaba casi irresistible, pese a no ser más que un simple aficionado a la historia.

Los paralelismos propuestos para las estelas-casa de Poza de la Sal
Los monumentos funerarios oikomorfos de Poza de la Sal, cuyo descubrimiento se produce entre 1916 y 1928, llamaron tempranamente la atención por su exclusividad local. No obstante y al margen de sus coincidencias iconográficas con las estelas de la Meseta Norte peninsular -indicativas de la pervivencia religiosa indígena, pero en ningún caso oikomorfas-, no han faltado intentos de encontrar paralelismos.
Dichos intentos apuntaron pronto a las cupae romanas y, sobre todo, a ciertas expresiones cultuales de raíz celta, como son las monumentales pedras formosas de los castros del norte de Portugal y las estelas con forma de casa encontradas en diferentes territorios de la Galia, de la que, según Solana, procederían los autrigones, posibles artífices de las estelas pozanas (2).

Hasta donde conozco, pocos avances significativos ha habido en el estudio de la cuestión desde la imprescindible monografía de Abásolo, Albertos y Elorza publicada en 1975 (3) -que, básicamente, sistematiza las hipótesis formuladas con anterioridad- y el poco posterior trabajo de Alberto Balil, de 1985 (4). Y nada he encontrado sobre una eventual vinculación de los hallazgos pozanos con las sepulturas de Bosnia y Herzegovina que aparecen en la imagen que encabeza esta entrada (5).
Las stećci de los Balcanes, un fenómeno único en la arqueología europea
Y puestos a explorar el asunto, lo primero era identificar y conocer dichas sepulturas, lo que de inmediato lleva a las stećci (en singular, stećak, término cirílico bosnio, que literalmente significa la cosa alta y de pie), el enigmático fenómeno de los abundantísimos monumentos funerarios, de época bajomedieval, dispersos por todo el territorio de Bosnia y Herzegovina y por algunos puntos fronterizos de las naciones vecinas Croacia, Montenegro y Serbia. Una realidad asombrosa que hasta ahora personalmente desconocía y de la que parece hay poquísima información accesible en español, sin que tampoco sea particularmente abundante la disponible en inglés (6).

Se trata de un total de 70.000 piezas -todas ellos distintas- procedentes de 3.300 lugares. Un 90% están en mal estado.
Surgieron, probablemente, en la segunda mitad del siglo XII, intensificándose su utilización en los siglos XIV y XV, para desaparecer a principios del siglo XVI con la invasión otomana de esos territorios. Se encontraban junto a caminos, en túmulos y asentamientos prehistóricos fortificados, alrededor de iglesias, junto a pozos…

Aunque la interpretación de las stećci ha dividido, desde mediados del siglo XIX, a los investigadores, hoy predomina la opinión -aunque no de manera pacífica- de que fueron obra de los vlach o valacos, población autóctona romanizada que ocupó la zona durante la Edad Media. Son expresión, al parecer, de una tradición funeraria fuertemente vinculada al territorio y compartida por católicos, ortodoxos y la Iglesia de Bosnia, aunque tampoco sería exclusivamente cristiana. Se ha insistido mucho también en que el fenómeno está enraizado en tradiciones muy anteriores, que hay que remontar a la prehistoria.
«Juguetes olvidados por los gigantes…»
La memoria de su historia se perdió, probablemente, como consecuencia de las migraciones al principio de la Edad Moderna, que despoblaron ciertas zonas montañosas, y de las conversiones religiosas masivas provocadas por la invasión otomana. Solo la toponimia mantiene en algunos casos el recuerdo y es un enigma por qué no aparecen mencionadas en documentos medievales locales ni extranjeros. Esa laguna ha hecho que con el tiempo se hayan ido tejiendo, en el folclore local, leyendas fantásticas respecto a su origen. Una de ellas, quizá la más conocida, las considera juguetes olvidados por los gigantes…

Construidas con piedra caliza local, sus formas -muy variadas- son notablemente diferentes de los demás monumentos sepulcrales medievales, lo que hace de ellos un fenómeno único y exclusivo. Se han clasificado en losa, losa con pedestal, cofre, cofre con pedestal, cofre alto, cofre alto con pedestal, sarcófago, sarcófago con pedestal y cruciforme, pero son muchas las variaciones de estos tipos básicos.
Evidentemente, las que más nos interesan aquí son los de tipo cofre (sanduk), muy abundantes en varias necrópolis (se cifran en 40.000). Son, al cabo, monumentos funerarios oikomorfos -en muy diferentes tamaños y con ornamentaciones de una gran variedad- y, como tales, con alguna semejanza respecto a las estelas de Poza, aunque, por las fotos y descripciones que he podido ver, carecen del orificio con forma de puerta, tan característico de la mayor parte de nuestras piezas burebanas y, por otro lado, tan discutido en cuanto a su significado.
Persistencia del simbolismo precristiano
Estas enormes piedras talladas -de resonancias propias de la cultura megalítica- estaban colocadas directamente sobre los enterramientos, a menudo en dirección oeste-este. Quizá, se ha dicho, para que el difunto pudiera seguir el recorrido del sol.

Respecto a su ornamentación, la técnica más común es el relieve, siendo más raro el grabado. Los motivos son muy diversos y de gran creatividad: muchos tipos de cruces y símbolos astrales de carácter cultual (crecientes lunares, estrellas y hexapétalas, representaciones solares…); escenas figurativas con humanos o animales -reales o fantásticos-; herramientas y armas; motivos vegetales y geométricos… El panorama es impresionante.
Muchos de estos elementos, de difícil interpretación, mostrarían, según los investigadores, la continuidad del antiguo simbolismo precristiano de los Balcanes desde la época prehistórica y las tribus autóctonas romanizadas valacas. Desconozco con qué frecuencia se repiten los crecientes solares y las rosetas, símbolos dominantes, con mucha diferencia, en la estelas de Poza.

El número de epigrafías conservadas en las stećci es relativamente pequeño. Están escritas, en su mayoría, con el alfabeto cirílico bosnio y son textos tanto religiosos como seculares, frecuentemente con un conmovedor tono místico-poético.
Consideradas un testimonio único y excepcional de la cultura medieval del sudeste europeo, 4.100 stećci de 30 necrópolis (22 de Bosnia y Herzegovina, 3 de Serbia, 3 de Montenegro y 2 de Croacia) fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2016.
Una cuestión de enorme complejidad científica
Comprendido lo más básico de las stećci, ¿es posible plantear una posible conexión con nuestro grupo de estelas-casa pozanas?
Más allá de las diferencias formales (sobre las que sería necesario conocer más detalles), hay, de plano, un salto en la cronología muy considerable. Ya hemos dicho que las stećci son bajomedievales (así lo atestiguan, entre otros datos, los arrojados por el estudio de los restos humanos de las sepulturas que cubrían), mientras que las estelas de Poza de la Sal corresponden a un periodo muy diferente: aunque de raigambre celta, son de época imperial romana (siglos I a III o IV), según se ha deducido de las escasas epigrafías conservadas.

Pero tal diferencia temporal bien podría salvarse, si tenemos en cuenta lo ya afirmado sobre el origen de los monumentos balcánicos en tradiciones muy anteriores. Mientras estos tuvieron continuidad en el tiempo hasta llegar al siglo XVI, nuestras estelas pozanas habrían desaparecido con la extensión de la práctica funeraria de la inhumación y la cristianización, quizá evolucionando hacia una solución distinta con los sarcófagos del llamado Taller de la Bureba, cuya similitud estilística con las estelas se ha apuntado por algunos investigadores (7).

Quedaría así la cuestión centrada, esencialmente, en una hipotética relación cultural o étnica entre los autores de uno y otro fenómeno. Y es a partir de aquí donde empiezan los problemas serios de verdad. Porque el tema es, en definitiva, de una complejidad científica enorme.
Muy difícil, en primer lugar, por los enigmas específicos latentes tanto en las lápidas balcánicas como en las estelas pozanas, para los cuales disponemos de pocas respuestas concluyentes. Al menos en eso, como en la peculiaridad y la fuerza cultural del genio étnico que las creó, la coincidencia es importante…

Pero ardua cuestión, sobre todo, por algo de mayor amplitud: lo confusos que resultan los orígenes étnicos de los diferentes pueblos de la antigüedad y los movimientos migratorios de etnias, tribus y clanes en diferentes épocas, tanto previas como coetáneas y posteriores al Imperio Romano.
Y, en fin, complejidad de todo lo relacionado con las implicaciones de dichas migraciones en la extensión, adaptación e influencias recíprocas de las diferentes culturas. A lo que habría que sumar la evolución autóctona, experimentada en el tiempo, de cada cultura… Son problemas de grandísimo calado -y no demasiados datos contundentes- que han provocado una permanente polémica entre los especialistas. Por eso, toda cautela es poca a la hora de hacer afirmaciones en ese terreno, sobre todo si solo se es un esforzado amateur, como es el caso del que esto escribe.
Queda, pues, el tema abierto, con la esperanza de que algún día los expertos retomen el interés por las estelas-casa de Poza de la Sal, de las que tan orgullosos nos sentimos quienes tenemos nuestras raíces en la Villa burebana.
Jaime Urcelay
(1) Sobre las estelas-casa de Poza de la Sal he publicado anteriormente en este blog las siguientes entradas: El enigma de las estelas-casa, de época romana, de Poza de la Sal (I); El enigma de las estelas-casa, de época romana, de Poza de la Sal (y II); Estelas-casa de Poza de la Sal en el Museo de Arqueología de Cataluña; Más sobre la estelas-casa de Poza de la Sal (I). Las piezas localizadas en Gijón, Asturias; Más sobre las estelas-casa de Poza de la Sal (II). La pieza de San Salvador de Oña; Más sobre las estelas-casa de Poza de la Sal (y III). Museo de la Sociedad Martins Sarmento, en Guimarães; Dos nuevas estelas-casa, de época romana, de Poza de la Sal; Estelas-casa de Poza de la Sal. Aclaraciones sobre las piezas de Llano de Bureba; La estela-casa de Poza de la Sal en el Museo de Valladolid; Las estelas-casa de Poza de la Sal en el Museo Arqueológico y Etnológico de Granada; Las estelas-casa de Poza de la Sal en el Museo de Burgos; Estelas-casa de Poza de la Sal en el Museo Arqueológico Nacional.
(2) Solana, J.M. (1991): «Autrigones», en el volumen colectivo Las entidades étnicas de la meseta norte de Hispania en época prerromana, Anejos de Historia Antiqua, Revista de Historia Antigua, Universidad de Valladolid, pág. 161.
(3) Abásolo, J.A., Albertos, M.L. y Elorza, J.C. (1975): Los monumentos funerarios de época romana, en forma de casa, de la región de Poza de la Sal (Bureba, Burgos), Publicaciones de la Diputación Provincial de Burgos, Burgos.
(4) Balil, A. (1985): «Esculturas romanas de la Península Ibérica (VII)», Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, Tomo 51, Universidad de Valladolid, Valladolid.
(5) Sanz Serrano, Ruiz Vélez y Parzinger, en una de las últimas aportaciones de origen académico al tema de las estelas-casa pozanas, se limitan a afirmar que podrían estar más vinculadas a las de unas tribus italianas cisalpinas de los mediomatrices o senones aunque no hay que descartar una posible raíz indígena. En cualquier caso son un elemento de identidad y exclusividad de esta zona de específica raíz céltica. Vid.: Sanz, R., Ruiz, I. y Parzinger, H. (2012): Arqueología de los Autrigones Señores de la Bureba, Ayuntamiento de Briviesca, pág. 149. Mediomatrices y senones eran pueblos celtas de la Galia.
(6) Tomo la información, fundamentalmente, de estas fuentes:
-Comission to Preserve National Monuments of Bosnia and Herzegovina (2013): «Stećci medieval thomstones. Management Plan», Sarajevo.
-El artículo Stećak de la Wikipedia en lengua inglesa (https://en.wikipedia.org/wiki/Ste%C4%87ak). Se trata de un trabajo muy completo, con abundante bibliografía y aparato crítico.
-UNESCO (web de la World Heritage Convention): Stećci Medieval Tombstone Graveyards. La página tiene buen material gráfico en la pestaña Gallery.
(7) Así, Abásolo y otros, para quienes la ruda configuración del grupo de sarcófagos de la Bureba recuerda el arte de las estelas. Vid. Abásolo, J.A. et al. (1982): Arqueología burgalesa, Diputación Provincial de Burgos, Burgos, pág. 42. También el profesor Palol consideró que el estilo de las estelas-casa de Poza y los mencionados sarcófagos, estaría emparentado. Vid.: Palol, P. de (1967): Arqueología cristiana de la España romana, siglos IV-VI, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid-Valladolid, pág. 313.