El nuevo escenario provocado por el resultado de las elecciones andaluzas, con la imprevista irrupción de Vox, afecta no solamente a lo político. Tiene una dimensión cultural de la mayor importancia que, en un contexto de omnipresencia de los partidos, impacta en el sistema de vigencias de la sociedad española.
La tormenta política y mediática a la que asistimos desde el pasado 2 de diciembre me parece una prueba de la realidad de esa perspectiva. Aunque a los guardianes del sistema no les guste, en España parece haberse abierto una opción de diálogo libre sobre temas cerrados con los siete sellos casi apocalípticos de la “unanimidad” y la corrección política. Se abre también así una oportunidad de recuperar posiciones en la batalla cultural, que es la verdaderamente decisiva. Una batalla en la que hasta ahora ha arrollado, de manera implacable y ya sin apenas resistencia, la dogmática neomarxista.