
Avanzan estos días, a buen ritmo y en medio de no poca expectativa (1), las primeras excavaciones de Flaviaugusta, en Poza de la Sal (Burgos). Un sueño que llevaba esperando casi 100 años y que parecía inalcanzable. El lema escogido para la campaña arqueológica lo dice todo: En busca de Flaviaugusta. Poza de la Sal (2).
Es aún muy pronto para hacer valoraciones y serán los expertos, dirigidos por la arqueóloga Esperanza Martín, quienes, en su momento, podrán dar una opinión fundada sobre lo que va apareciendo. Por de pronto, ahí están, a la vista de quien quiera acercarse al yacimiento, junto a la antigua estación, la indiscutible realidad de las ruinas de una extensa urbe romana y el reconfortante entusiasmo por nuestro patrimonio colectivo del nutrido grupo de vecinos de Poza que, como voluntarios, están colaborando en los trabajos. En el pueblo sabíamos que eso estaba ahí, se oye comentar. Y, en efecto, ahora cualquiera puede comprobarlo.
Así las cosas, puede ser buen momento para recordar y documentar cómo se llegó a la denominación de Flaviaugusta para la ciudad romana que yace sepultada bajo nuestros campos de sembradura en la vega del Homino. Un nombre, por cierto, que no todos los historiadores aceptan, ya que su fundamento no deja de ser algo precario, como tendremos ocasión de ver (3).

Un nombre ignorado por los historiadores y geógrafos de la antigüedad
Debe dejarse constancia, antes de nada, que la ciudad de Flaviaugusta es ignorada tanto por los geógrafos e historiadores greco-romanos como por el Itinerario Antonino. El dato es importante… y sorprendente, si tenemos en cuenta que, a todas luces y si hemos de juzgar por los vestigios hallados a lo largo del tiempo, se trataba de una entidad urbana de considerable importancia. Así lo han confirmado recientemente las imágenes tridimensionales obtenidas con el georradar.
Tan solo la cita por Ptolomeo (Geogr. II, 6, 52) de la ciudad autrigona de Salionca ha permitido a los historiadores -tampoco de manera del todo pacífica (4)- encontrar en las fuentes literarias clásicas algo que explique el constante hallazgo de restos arqueológicos, celtibéricos y romanos, en las inmediaciones de nuestro pueblo y, singularmente, entre el Cerro de Milagro y el cauce del Homino. Tal vez, como se ha sostenido por diferentes autores, la omisión de Flaviaugusta se deba a que este nombre en realidad sustituyó, ya en época romana Flavia, al original autrigón de Salionca.
Otras denominaciones utilizadas por autores del XVII y XVIII -caso de Francisco de Sota y Enrique Flórez– y reproducidas después, al referirse a Poza, en los Diccionarios Históricos y Geográficos del XIX, ha quedado demostrado que eran infundadas. Tales son Segisama Julia (Segisamum, Segesamone) y Segisamonculum (Segisamunclo)-, que hoy se ubican con bastante certeza en las localidades burgalesas de Sasamón y Cerezo de Río Tirón, respectivamente.

Andrea Navagero y la Ciudad de Milagro en 1528
Como es bien sabido, la primera noticia documentada sobre arqueología pozana se remonta al siglo XVI. Se la debemos al poeta y embajador veneciano Andrea Navagero, quien en 1528 vio y describió los vestigios de una tierra antigua, con algunas piedras con inscripciones y los muros de un templo dedicado a Suttunio. Dicen los habitantes de Poza -leemos en su precioso y preciso Viaje por España– que aquella Ciudad arruinada en tiempos de los moros, se llamaba Ciudad de Milagro. De este mismo tiempo son las epigrafías romanas, procedentes de Poza, reseñadas por el también veneciano Benedetto Ramberti y que, siglos después, serán decisivas para la identificación de Flaviaugusta.
Desde entonces hasta el primer tercio del siglo XX, lo único que prácticamente nos han llegado son noticias, en general fragmentarias y poco precisas, de casuales hallazgos de antigüedades o de la utilización en 1751 de mucha piedra labrada del término de Milagro para la construcción de la antigua Hospedería del santuario de Nuestra Señora de Pedrajas. Los descubrimientos fortuitos evidenciaban, sobre todo, la existencia en el paraje de La Vieja de una antigua necrópolis, en la que se solaparon diferentes épocas históricas.
Particular importancia tienen los caóticos hallazgos de 1806, en los que tuvieron que intervenir Pedro Cevallos, ministro de Carlos IV, y la Real Academia de la Historia. Pero el nombre de Flaviaugusta todavía ni siquiera se sugiere, pese a que en las inscripciones es frecuente la onomástica Flavo, Flaviana y Flavina. Los intentos de explicar la arqueología pozana, vinculándola a alguna población prerromana o romana, son por entonces poco acertados, salvo en lo que se refiere a la ya mencionada Salionca autrigona de Ptolomeo (5). Paradigmático es, en este sentido, el curioso y prolijo manuscrito de Miguel Ortiz Otaño a propósito del referido episodio de 1806, que sitúa en el sitio del Milagro una misteriosa ciudad llamada Cantabria.
Emil Hübner tras la pista de Lucius Aufidius Celer Masculinus, flaviaugustano
Momento clave para la historia de Flaviaugusta será la aparición en 1869 del volumen II del Corpus Inscriptionum Latinarum, del sabio alemán Emil Hübner (1834-1901).
Además de recopilar las inscripciones romanas descubiertas en el siglo XVI en Pozza por el referido Ramberti (un total de 4, que sitúa, por un error de transcripción, en Brozas, Cáceres), hay en su obra un detalle que, pasado el tiempo, será decisivo para lo que aquí nos concierne.
Se trata de la mención de una inscripción -la 4196- de una lápida situada muy lejos de Poza -en concreto en Tarragona-, que transcribe así:
L. Aufidio Masculi f(ilio) Celeri Masculino Quir(ina), flamini designato, r(es) p(ublica) s(ua) de(ecurionum) d(ecreto) («A Lucio Céler Masculino, hijo de Másculo, de la tribu Quirina, Flaviaugustano, su república erigió este monumento, por decreto de los decuriones de ella»).
Sobre ella, añade Hübner: Flaviaugusta oppidum a Vespasiano sine dubio conditum ubi situm fuerit ignoramos. Es decir, la promoción de Flaviaugusta fue obra del emperador Titus Flavius Vespasianus, fundador de la dinastía Flavia en el año 69, y afirma ignorar su ubicación geográfica.
Con esta anotación, había nacido para la historia el enigma de Flaviaugusta, adscrita a la tribu Quirina y patria de origen de un notable personaje, Lucius Aufidius Celer Masculinus, a quien, por cierto, la Real Academia de la Historia ha dedicado una interesantísima entrada en su Diccionario Biográfico Español, planteando que su lugar de nacimiento pudo ser Poza de la Sal.
El P. Fidel Fita y la reducción geográfica de Flaviaugusta a Poza de la Sal
Con excepción del intento en 1904 del Conde de Cedillo de situar Flaviaugusta en Layos (Toledo) (6), tuvo que pasar casi medio siglo para que se recuperase el interés por la ciudad identificada por Hübner y su posible ubicación, para apuntar precisamente a Poza de la Sal. Se lo debemos al jesuita P. Fidel Fita Colomé (1845-1918), el insigne epigrafista catalán, colaborador de Hübner y Director de la Real Academia de la Historia.
Para entender el entorno en que tiene lugar su contribución hay que situarse en las primeras décadas del siglo XX. El Colegio Máximo de San Francisco Javier, de los jesuitas, emplazado en el Monasterio de San Salvador de Oña, a poco más de 15 km de Poza, se había convertido en un foco de interés por la arqueología de la comarca. Además del famoso P. José María Ibero, dos alumnos del centro prestaban particular atención a los orígenes históricos de este territorio: Enrique Herrera Oria, hermano del que será célebre Cardenal, y el portugués Eugénio Jalhay, ya arqueólogo antes de abrazar la vocación religiosa. Poza de la Sal, naturalmente, entraba en su radio de acción.
A estos dos jesuitas debe añadirse el nombre de otro sacerdote e historiador, Secretario de la Comisión Provincial de Monumentos: el villadieguense Luciano Huidobro, quien también participó en los descubrimientos en Poza, al menos desde 1905.
En sus frecuentes excursiones arqueológicas pretendían reencontrar las citadas lápidas descritas por el veneciano Ramberti en el XVI, lo que en parte conseguirían gracias a su tenacidad y a su contacto con vecinos y los curas locales más ilustrados (en lo que a Poza se refiere, el coadjutor Don Fermín España y el párroco Don Melquiades Zúñiga). En esos años abundaron los descubrimientos.
No podemos detenernos ahora en la impagable labor de esos beneméritos sacerdotes a lo largo de las dos primeras décadas del pasado siglo, pero sí hay que destacar su conexión con Fita. En efecto, el prestigio intelectual de este y su condición de miembro de la Compañía de Jesús, le convirtieron en el interlocutor ideal para que los hallazgos fueran estudiados y dados a conocer, para lo cual mantuvieron con él una correspondencia que incluía también el envío de fotografías de los monumentos encontrados.

Como fruto de esa relación, entre 1905 y 1916 Fita dedica a los hallazgos arqueológicos de Poza de la Sal un total de 4 artículos en la prestigiosa Revista de la Real Academia de la Historia. El que más nos interesa aquí es el titulado Epigrafía romana y visigótica de Poza de la Sal, Mérida y Alburquerque, publicado en noviembre de 1915 (7). En él vuelve sobre las inscripciones encontradas en Poza, relacionando una de ellas, en la que también se menciona a Lucio Aufidio Masculino, con la lápida vista por Hübner en Tarragona. Esta coincidencia, contextualizada con el resto de inscripciones en su día reseñadas por Ramberti, las últimas epigrafías halladas por Huidobro y Herrera y las numerosas monedas y restos de cerámica romanos de Poza (7), le lleva a concluir:
Nadie, que yo sepa, ha caído en la cuenta de que el presente Lucio Aufidio Céler Masculino, era vecino de la noble ciudad que se llamó ‘Flaviaugusta’, afiliada a la tribu Quirina, y fue municipio de la provincia Tarraconense (…).
Hübner y Dessau, nuestros honorarios, confiesan que no saben dónde estuvo ‘Flaviaugusta’. Creo haber demostrado que en Poza de la Sal, país autrigónico y que no debe confundirse con ‘Flaviobriga’, ciudad marítima y sita en la proximidad de la ría de Bilbao.
Fita insistiría en esta reducción geográfica de Flaviaugusta a Poza de la Sal en sendos artículos de 1916, reiterando su condición de ciudad autrigónica y municipio autrigónico (9), con lo que, al cabo, apelaba a un dinamismo en el nombre de la población. En efecto, ya antes había apuntado, en un primer artículo sobre Poza de 1905, que en nuestro pueblo se encontraba una de las ciudades romanas del territorio autrigón cuyo nombre omitió Plinio, sosteniendo que se trataba de Salionca (10).
Como curiosidad, añadamos que en el año 1915 se reunió a los vecinos de Poza para una conferencia del P. Herrera Oria, SJ sobre los últimos descubrimientos históricos en la villa. A lo largo de la misma afirmó que ha venido a probarnos el sabio historiador P. Fita, que Poza (hoy Poza de la Sal) se llamó Flaviaugusta, cosa desconocida hasta hace muy poco tiempo por los mayores epigrafistas del mundo, pues ya Tolomeo la colocaba en sus obras a la distancia de 12 kilómetros de Briviesca (11).

Descubriendo las ruinas de Flaviagusta: Julio Martínez Santa-Olalla
Realizada por Fita la localización de Flaviaugusta, la antorcha de su misterio la recogería pronto Julio Martínez Santa-Olalla (1905-1972), pozano de origen y en aquel entonces jovencísimo y precoz arqueólogo. Pasados los años, se convertiría en Catedrático de Arqueología y, tras la Guerra Civil, en Comisario General de Excavaciones Arqueológicas. Con él, Flaviaugusta recibirá un decisivo impulso, especialmente a partir de los hallazgos de 1928, provocados por las obras del Ferrocarril Santander-Mediterráneo.
A Santa-Olalla y su relación con nuestra ciudad romana estará dedicada la segunda parte de esta entrada, en la que trataré de aportar algunas noticias inéditas, procedentes de los archivos personales de este controvertido arqueólogo.
Jaime Urcelay
(Continuará)
(1) Vid. «Poza, lugar con gran población y riqueza» (Diario de Burgos, 5 de agosto de 2019); «En busca de Flavia Augusta» (Diario de Burgos, 10 de junio de 2020); «La cosecha que no deja ver a Flavia Augusta» (Diario de Burgos, 14 de noviembre de 2020); «El insospechado tamaño de la urbe romana de Flaviaugusta» (El País, 19 de mayo de 2021); «La ciudad romana de Poza celebraba ‘exclusivos’ funerales» (Diario de Burgos, 31 de mayo de 2021); y «Poza de la Sal busca descifrar el origen de Flavia Augusta» (Diario de Burgos, 18 de septiembre de 1921).
(2) El avance de los trabajos puede seguirse a través de la página de Proyecto Cerro Milagro en Facebook: https://www.facebook.com/proyectocerromilagro
(3) Es significativo, en este sentido, que Flaviaugusta no aparezca en la Tabula Imperii Romani. Sí lo hace, en cambio, Salionca (Vid. Unión Académica Internacional: Tabula Imperii Romani (Comité Español), Hoja K:30, Cesaraugusta, Clunia, Instituto Geográfico Nacional, 1993, pág. 190. Claudio Sánchez Albornoz argumentó en contra de la localización de Flaviaugusta en Poza (vid. «Divisiones tribales y administrativas del solar del País Vasco y sus vecindades en la época romana», Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo XCV, 1929). Aportan en cambio razones a favor, por ejemplo, José Antonio Abásolo y María Lourdes Albertos (vid. «Acerca de unas inscripciones de Poza de la Sal», Boletín del Seminario de Arte y Arqueología XLII, Valladolid, 1976), Gabriel Gómez Martín (vid. «Promoción personal y familiar a través de la onomástica (II): la Quirina tribus en el Conventus Cluniensis», Hispania Antiqua. Revista de Historia Antigua, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2019) y, de manera más exhaustiva, David Martino (vid. «Las ciudades romanas de la meseta norte de la península ibérica: identificación, estatuto jurídico y oligarquías (ss. I-III D.C.)», Tesis doctoral, Universidad Complutense, Madrid, 2004). Una síntesis del problema de la denominación de la ciudad pozana puede verse en Moro Bengoechea, J.M.: «La explotación de la sal como factor de dinamismo urbano: consideraciones sobre el yacimiento hispanorromano del Cerro del Milagro (Poza de la Sal, Burgos)», Trabajo de Final de Grado en Historia, Universidad de Valladolid, Curso 2013-2014. Más recientemente, Marta Fernández Corral, en una exhaustiva y sólida tesis doctoral sobre las epigrafías de época romana del área autrigona, se ha referido nuevamente a la cuestión, considerando, tras la revisión de la lectura de los epígrafes utilizados por Fita para la localización de Flaviaugusta en Poza de la Sal, que debe ser tomada con cierta precaución ya que se trata en todos los casos de argumentos que parecen resultar poco definitivos dada la mala conservación o desaparición de algunos epígrafes (Fernández Corral, M.: Conmemoración funeraria y religiosa de época romana en la epigrafía del norte de Hispania: el área autrigona, Tesis Doctoral, Universidad del País Vasco, Vitoria, pág. 83).
(4) El Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Valladolid José María Solana Sainz -destacada autoridad en el tema de los autrigones- sistematizó en 1975 las muy diversas opiniones sostenidas a lo largo del tiempo sobre la localización de Salionca, para concluir que por nuestra parte estamos de acuerdo completamente en identificar la Salionca prerromana con Poza de la Sal (vid. Los autrigones a través de las fuentes literarias, Anejos de Hispania Antiqua. Revista de Historia Antigua, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1974, pág. 90 y ss.). Pero en 1991 rectificó categóricamente su punto de vista: El único dato de su situación es el que da Ptolomeo, que la ubica próxima a los ‘berones’ riojanos. Por eso no creo que deba identificarse con Poza de la Sal en función de un erróneo parecido toponímico que recibió durante la Edad Media (vid. Las entidades étnicas de la meseta norte de Hispania en época prerromana, Anejos de Hispania Antiqua. Revista de Historia Antigua, Universidad de Valladolid, Valladolid, 1991, pág. 171).
(5) Así, en 1807 Juan Antonio Llorente afirma: En Poza se han descubierto, año de mil ochocientos seis, muchas antigüedades que acreditan la existencia de un pueblo antiguo de consideración. Tal vez fue la ciudad de Salionca, que perteneció a los Autrigones, y suponen algunos en Salinas de Añana. La cita está tomada de su obra Noticias Históricas de las tres provincias Vascongadas, Parte y Tomo III, Apéndice o Colección Diplomática, Imprenta Real, Madrid, 1807, pág. 248.
(6) Vid. López de Ayala, J. (Conde de Cedillo): «Inscripción romana en Polán (provincia de Toledo)», Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo XLIV, 1904.
(7) Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo LXVII, noviembre 1915.
(8) Muchos años después, José Antonio Abásolo y María Lourdes Albertos añadieron dos nuevas inscripciones que abundaban en la tesis de Fita (Vid. «Acerca de…», op.cit.).
(9) Son, en concreto, «Nueva inscripción romana de Poza de la Sal, villa del partido de Briviesca en la provincia de Burgos» (Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo LXVIII, 1916) y «Antigüedades romanas de Poza de la Sal, en el partido de Briviesca, provincia de Burgos» (Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo LXIX, 1916).
(10) Vid. «Viaje epigráfico», Boletín de la Real Academia de la Historia, Tomo LXVII, 1905, pág. 234.
Muchas gracias por mantenernos informados de las «antigüedades» pozanas. Felicitaciones por el artículo que representa esfuerzo y trabajo constante. Saludos
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Muchas gracias a ti, querido amigo Rodrigo, por tu atención a estas modestas contribuciones al conocimiento de la historia de Poza, de la que es tan fácil enamorarse. Saludos.
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Gracias Jaime por todos los temas que tocas, pero creo que falta un trabajo por los maestros pozanos en las vidrieras de la catedral leonesa
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Muchas gracias a ti por tu interés, Pedro.
Tienes toda la razón en lo que dices sobre las vidrieras de León. He recopilado ya algunos datos sobre Guillermo Alonso Bolinaga, pero encuentro todavía grandes lagunas. Cualquier pista que me des, te la agradeceré mucho. Más perdido aún ando sobre nuestra poetisa y escritora Josefina Bolinaga, cuya vida es para mi un verdadero misterio… Saludos.
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