Mis lecturas. «Gracia de Cristo (Su sonrisa en los Evangelios)», de Enrique García-Máiquez

Llevo ya tiempo admirando al poeta, escritor y crítico literario Enrique García-Máiquez, a través de sus columnas en Diario de Cádiz, artículos en revistas, prólogos y epílogos de libros. Me dejó también muy buena impresión en un coloquio sobre Mayo del 68, en el que él participaba y al que tuve la suerte de poder asistir. He disfrutado asimismo con alguna conferencia suya publicada en YouTube, como la dedicada, en la Fundación Tatiana, a la nobleza de espíritu.

He de confesar, sin embargo, que no había leído hasta ahora ningún libro suyo y que sentía que ese momento no podía posponerse más…

Gracias a la recomendación de mi buen amigo Joaco, creo que no he podido elegir mejor. He leído con verdadero gusto «Gracia de Cristo (Su sonrisa en los Evangelios)», bien editado en esa joya que es Ediciones Monóculo, confirmando plenamente lo que ya sentía: estamos ante un grandísimo escritor, pero, sobre todo, ante una bellísima persona y eso que antes se nombraba como un perfecto caballero. Escritor, además, que no tiene ningún inconveniente en nadar contracorriente en estos tiempos de autocensura…

Lo que el lector encuentra en este libro, está perfectamente anunciado por su autor ya desde la introducción, que lleva por título «Sangre de Cristo, embriágame»:

Me he ceñido a los Evangelios sin recurrir a añadidos imaginativos ni al comodín de los apócrifos. (…) He seguido el orden de los evangelistas y, cada vez que di con la dulzura gozosa de Jesús, su piedad inaudita, su deliciosa astucia, su guasa amable, sus paradojas, su finura intelectual… anoté la ocasión, contextualizándola lo mínimo o extrayéndola entrelíneas.

Pero para esa labor hacía falta un escritor muy especial. Alguien, como García-Máiquez, con ese sentido del humor que, como él dice, trae de fábrica y, a la vez, con la sutileza, la delicadeza y la ternura para captar esos detalles de los Evangelios. Con una maestría literaria, además, que sabe encontrar la expresiones, los giros y las palabras justas para cada glosa, evidenciando siempre su alma de poeta. Capaz de entender, como pedía Marechal, que la risa de Jesús

sigue el orden manso de la caridad y se dirige a los humanos con la sonrisa que tal vez los ángeles esbozan ante la locura de los hombres.

El poeta y escritor Enrique García-Máiquez (Foto: La Gaceta de la Iberosfera).

Es cierto, como justifica también el autor en la introducción, que no hay por su parte ninguna pretensión erudita, ni en el comentario de los Evangelios ni en la sistematización de los tipos de humor. Simplemente, explica,

He ido recogiendo, fiándome de mi instinto, lo que abraza la gracia de Cristo: ironía, delicadeza, retintín, sátira, ingenio, socarronería…

Esa es, en efecto, la cautivadora sencillez que García-Máiquez despliega en todas sus glosas de los pasajes evangélicos, pero no sería justo dejar de destacar su dominio de la teoría y los tipos del humor, el conocimiento de otras aproximaciones a determinados episodios de la Vida de Jesús desde claves parecidas y, lo que es más importante, su familiaridad con Cristo y los Evangelios. Una cercanía personal con la figura completa del Redentor. Por eso, afirma,

Este librillo entusiasmado por su sonrisa no debería alejarnos de la figura plena e inabarcable de nuestro Señor, perfecto hombre y perfecto Dios.

Concluyo reconociendo que, siendo yo castellano y cristiano viejo, la temática de este libro no me suscitaba muchas expectativas, más allá de la curiosidad y la buena predisposición hacia su autor, como he comentado al principio. Lo empecé, esa es la verdad, con un cierto escepticismo.

Ahora, después de leerlo, no puedo sino aceptar que esa circunspección mía -por usar el término de Tomás Moro que García-Máiquez cita-, me impide con frecuencia acertar en el sentido real de la Escritura. Que con la comicidad, según Jiménez Lozano, la realidad queda abierta a otra realidad, y esto es la esperanza.

O, dicho de otra manera, «Gracia de Cristo» es un libro que arranca al lector, a lo largo de sus páginas, buenas y profundas sonrisas, mientras le hace descubrir, como concluye García-Máiquez en su introducción, que

Sonreír con Él es uno de los expedientes más seguros para llorar con Él cuando toque, para conmoverte siempre y para seguirle mucho más de cerca en todas las circunstancias de su feliz amor inalterable.

Jaime Urcelay

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