Mis lecturas. «Todos somos frágiles (también los psiquiatras)», de Aquilino Polaino y Álvaro Sánchez León

Entre los muchos encuentros personales con los que me he sentido regalado a lo largo de la vida, el de Aquilino Polaino tiene para mi un lugar muy especial. Quizá por lo mucho que le admiro como ser humano y como profesional, considerándole un gigante a mi lado. Por ver en él un sabio, en el sentido más profundo y bíblico de la palabra. O, tal vez, precisamente, porque la relación con él ha transcendido siempre esa enorme diferencia de talla para hacerse cercana, entrañable, como la que se tiene con un verdadero amigo.

Cuando más trato tuvimos, atravesaba yo unas circunstancias personales dolorosas, que él debía conocer de sobra. Pero nunca me preguntó nada directamente ni esperó de mí justificaciones. Y sin embargo, sin necesidad de decirme nada en concreto que tuviera que ver con aquello, tuvo la capacidad de hacerme sentir que comprendía lo que estaba pasando y, sobre todo, que le traían sin cuidado las condenas de otros. Confiaba en mí y estaba empeñado en demostrarme su compasión y aprecio. Frente a los que juzgaban por constructos abstractos e irreales, para él lo decisivo era su experiencia con la persona concreta y única.

Cuando uno encuentra una joya…

Viene este desahogo personal a cuento de la conversación, en formato de libro, que acaban de publicar, en Ediciones Encuentro, el referido Aquilino Polaino y el periodista Álvaro Sánchez León, cuyo sugestivo título es «Todos somos frágiles (también los psiquiatras). Una conversación sobre salud mental». Una obra breve, de las que se leen en un santiamén, en la que he reconocido y disfrutado toda esa sabiduría que, más allá de las excelentes referencias que tenía por mi mujer de la categoría personal y la brillante trayectoria profesional de Aquilino, intuí y verifiqué en aquellas inolvidables sobremesas en nuestra casa de la montaña castellana.

El libro en cuestión me ha parecido una verdadera joya, de esas que, una vez descubiertas, urge compartir. Y es que no es fácil encontrar un texto como este, en el que se recorren, de manera tan completa y amena -¡y con tan profundo y certero juicio!-, tantas cuestiones esenciales de la condición humana y del tiempo histórico que nos ha tocado vivir. Una propuesta hilvanada desde el balance de la admirable experiencia profesional de Aquilino Polaino: cuarenta y cinco años de consulta de psiquiatría y de docencia e investigación como catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense, con una extensa producción escrita de sesenta libros y quinientos artículos científicos. Dedicación profesional a la que puso fin con su jubilación en 2022.

Presentación de «Todos somos frágiles (también los psiquiatras)» en la Universidad CEU San Pablo de Madrid, el pasado 27 de febrero. De izquierda a derecha, María Fernández -periodista de El Debate-, el Dr. Aquilino Polaino y Álvaro Sánchez León (Foto del autor).

En justicia hay que decir también que la calidad y el interés del libro que comento debe mucho a la aportación de valor del periodista Álvaro Sánchez León. La pertinencia e inteligencia de sus preguntas, el trazado de un relato coherente a lo largo de toda la entrevista y su estilo elegante, ágil y directo en la escritura, han resultado ser la palanca adecuada para que las vivencias y las ideas de Aquilino fluyan de una manera tan lograda, consiguiendo que el lector sienta que está ante eso que el propio entrevistador califica de una «conversación paliativa».

Mucho más que una conversación sobre salud mental

El subtítulo del libro aclara que se trata de una conversación sobre salud mental. Y ciertamente es así, pero sorprende la cantidad y hondura de las cuestiones que ese tema, tan de actualidad, suscita.

Enumero algunas de las que van apareciendo a lo largo de la entrevista: las consecuencias de la pandemia; las causas del actual aumento de las patologías mentales y la complejidad de las historias clínicas en la sociedad contemporánea; la problemática de las adicciones y las conductas escapistas; la sexualidad como esfera humana fundamental; las consecuencias para la salud mental de la marginación del sentido y los valores; proyecto profesional y sentido de la vida; problemática de la salud mental en niños y adolescentes; conciliación de la vida familiar e influencia de los padres en los hijos; el incremento de los suicidios; el lugar del dolor en la vida; el conocimiento de nosotros mismos y la comprensión de la madurez y la «normalidad» humanas; el valor de la intimidad personal… La lista, aunque aquí incompleta, es, como puede verse, muy larga.

Interesantísimo me ha resultado también el entrelazado de todas esas cuestiones con las propias vivencias personales de Aquilino: sus recuerdos familiares; los orígenes de su vocación como médico psiquiatra; su experiencia como docente; la forma en que se ha implicado con los pacientes y su sentido de la compasión; el arraigo en él de la dimensión religiosa de la vida; su visión de la persona; la dura experiencia de la cancelación y el acoso sufridos en el año 2005; lo que, a estas alturas de la vida, más le importa y lo que no le importa en absoluto… Y, al final, en un Epílogo o carta de despedida a los lectores, el humilde reconocimiento de su propia fragilidad y vulnerabilidad como ser humano y como profesional de la psiquiatría.

Un testamento sobre «la compleja madeja y la absoluta grandeza de la los seres humanos«

«Todos somos frágiles (también los psiquiatras)» tiene, en definitiva, mucho de testamento de humanidad y profesionalidad de Aquilino Polaino. Un legado que, desde la sabiduría y la serenidad que solo dan los años y una vida lograda, se nos ofrece como brújula para nuestra propia vida y nuestra mejor comprensión de «la compleja madeja y la absoluta grandeza de la los seres humanos», aceptando que «cada persona es irrepetible, inabarcable e incognoscible».

Varias veces repite Aquilino a lo largo de su conversación con Álvaro Sánchez León que «todos somos frágiles. Todos somos vulnerables. Todos somos personas dolientes». Un mensaje que sirve también de poderoso reclamo en el título del libro y que, en la medida en que, como el propio psiquiatra apunta, nos invita a «conocer los propios límites (…), dilata nuestra experiencia, nos invita a nuevas opciones, amplia nuestra razón y nos hace más libres». Porque «la asunción de las propias fragilidades es lo que nos hace sinceros, auténticos, coherentes y verdaderos».

Y es que, paradójicamente, el reconocimiento de nuestra fragilidad puede transformarse en nuestra mayor fortaleza. No se me ocurre mejor conclusión del libro.

Jaime Urcelay

ADENDA.-

Este es el típico libro que se empieza a subrayar al toparnos con algo que nos llama la atención y, cuando nos queremos dar cuenta, apenas ha quedado nada sin un trazo, una llamada o una anotación… Pese a eso, quiero destacar, de entre otros muchos, estos párrafos de Aquilino Polaino:

COMPASIÓN.- «Es importante que a los hombres nos duela el dolor. Cuando uno lo siente, renace diferente. Aunque ahora hay una lucha descarnada contra el paternalismo, compadecerse de alguien no es un error, sino un síntoma de salud humana. Nada de los demás nos puede resultar ajeno, especialmente de quienes tenemos más cerca. Compartir el sufrimiento y las alegrías de los demás nos aleja del cinismo, que es una especie de encapsulamiento profundamente egoísta. (…) La indiferencia nos hace cómplices. La compasión es profundamente honda y humana».

MADUREZ.- «La realidad nos moldea a cada uno. Lo más cercano a la madurez objetiva es la prudencia de quien sabe gobernar sus emociones, su racionalidad, sus juicios, sus pasiones, sus ilusiones…».

SUFRIMIENTO.- «Aprender a sufrir es una asignatura que nadie nos enseña y que es fundamental para esta sociedad que vivimos. El sufrimiento es una realidad de la que nadie escapa en algún momento de su vida. (…) Obviar el sufrimiento es generar sociedades escapistas».

SENTIDO Y VALORES.- «Un valor encarnado implica una coherencia y un hábito sano para uno mismo y para toda la sociedad. Es evidente. Arremetemos contra las virtudes, y aplaudimos los vicios con descaro. Ser virtuoso es una manera de ser feliz. El esfuerzo por ser buena persona siempre compensa».

PERFECCIONISMO.- «El perfeccionismo no es una virtud, sino una imperfección. No reivindico la mediocridad, pero sí la importancia de saber con hechos que hacer las cosas bien no significa aspirar a una perfección que nos sobrepasa y nos roba tiempo y felicidad. Es sano regocijarse en haber hecho todo lo posible. (…) Es importante ser enormemente paciente con las propias imperfecciones: conocerlas, asumirlas y reírse de ellas con afán de corregirlas. (…) La lucha nos hace crecer como personas y los defectos son el detonante de ese desarrollo».

CONOCERNOS A NOSOTROS MISMOS.- «Conocernos a nosotros mismos nos lleva al origen, y el origen no nos lo hemos dado nosotros mismos, porque procedemos de otros. Las personas tenemos un origen y un final. Al principio no era yo. Soy lo que ha pasado, luego procedo. Somos los hijos de. Si evitamos obsesivamente cualquier visión trascendente de nosotros mismos, nunca podremos conocernos de verdad. (…) [Nos define sustantivamente la relación con nuestros padres]. Totalmente. La estabilidad familiar, ser queridos por nuestros padres y quererles es más importante de lo que podemos pensar para definirnos a nosotros mismos. Pero, más allá de los padres, también tenemos un origen transcendente».

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