Así era el desamortizado Convento de San Bernardino, de Poza de la Sal

Maqueta del Convento de San Bernardino, de Poza de la Sal (Burgos), obra de Fernando de Miguel Hombría (Foto: Fernando de Miguel).

Con esa mirada local que da a los acontecimientos históricos un significado más real y concreto -en definitiva, más humano-, el reciente reportaje de Diario de Burgos «El inicio del fin de las abadías burgalesas» es una invitación a abrir los ojos ante los estragos de las desamortizaciones liberales del siglo XIX en la comarca burgalesa de la Bureba.

Aunque poco se hable de ello, fue la Desamortización, en efecto, un proceso injusto y sectario en su raíz que, además, resultó muy torpemente ejecutado. Como afirma José María Ortiz, historiador de Briviesca, en el mencionado reportaje, «no resolvió nada, empobreció incluso más a los humildes y la alta burguesía se enriqueció».

Las desamortizaciones en Poza de la Sal

He sentido que el reportaje en cuestión no contenga ninguna referencia a las desamortizaciones en Poza de la Sal, cuyo alcance daría para un estudio a fondo (1). Y no solamente por su impacto en la vida religiosa y el patrimonio artístico, lo que no es poco. También por haber sido el principio de la demolición de eso que hoy llamaríamos obras sociales y que en otro tiempo, en que la religiosidad y la caridad impregnaban -con evidentes imperfecciones- la vida colectiva, se englobaban en las llamadas Obras Pías nacidas de la iniciativa y las donaciones de vecinos con posibles. En Poza, fueron desamortizados seculares hospitales de pobres y menesterosos, rentas para la atención de huérfanos y viudas, becas para que los más desfavorecidos pudiesen estudiar….

Importante fue también el impacto de estas expropiaciones sobre los bienes comunales. En nuestra Villa, salinas, hornos, molinos, fincas rústicas, casas destinadas a hospedaje y recreo…. Una vertiente de la Desamortización que suele obviarse, pero en la que probablemente hay que buscar una parte de los orígenes de la decadencia y la despoblación de nuestro mundo rural. De eso que, con una mezcla de tristeza e impotencia, conocemos ahora como la España vacía, de tantas implicaciones sobre la ecología humana.

Vista actual de las ruinas del Convento de San Bernardino, en Poza de la Sal. Tras su definitiva desamortización y dispersión de los frailes franciscanos en 1835, el edificio del convento fue espoliado por completo y subastado en 1845 por 75.000 reales (Foto del Autor).

El Convento de San Bernardino, de Poza de la Sal

Sin duda, la penosa estrella de las sucesivas desamortizaciones en Poza fue el olvidado Convento franciscano de San Bernardino, situado en un fértil paraje cercano a Los Molinos, una legua distante de la villa, en una soledad muy devota. Fue fundado, probablemente en 1451, por Fray Lope de Salazar, bajo los auspicios materiales de Juan Rodríguez de Rojas y Elvira Manrique de Rojas, VI Señores de Poza (2).

Estuvo su comunidad muy integrada la vida de los pozanos, a los que predicaban y administraban los sacramentos, especialmente en las festividades. Vecinos y Ayuntamiento acogieron y apreciaron a los frailes, ayudándoles de diversa manera. Las crónicas franciscanas hablan de la mucha veneración de aquella nobilísima villa y su comarca hacia el convento.

Hospital militar durante la Guerra de la Independencia, la comunidad -formada entonces por 30 religiosos-, sufrió la exclaustración bonapartista de 1809, siendo sometido el convento a robos y un inevitable deterioro. En 1814 regresaron los frailes, dándole nueva vida, pero sería ya por poco tiempo. En 1835 el Gobierno liberal de Álvarez de Mendizábal decretó la supresión de todos los monasterios de órdenes monacales y militares y al año siguiente San Bernardino ya figura como extinguido. Forzados los frailes a la dispersión, el convento quedó abandonado, siendo completamente depredado en los años siguientes, hasta el punto de que, salvo las ruinas de sus piedras, prácticamente no se conserva nada de él, al menos de forma conocida (3).

Se llega así a los años 1844 y 1845, en los que, en sendas subastas públicas, los bienes raíces de San Bernardino fueron vendidos a Cayetano Tejada, de Burgos, por un total de 182.000 reales, sucediéndose desde entonces hasta hoy diferentes propietarios particulares, sin que nadie pusiera remedio a la imparable ruina del que primitivamente había sido convento de desierto o casa de recolección de la reformada Custodia de Santa María (4).

Izquierda: imagen de San Bernardino de Siena en el antiguo atrio del Convento franciscano bajo su patronazgo, en Poza de la Sal. Sobre ella, se ha transmitido una piadosa leyenda del tiempo de la francesada (Foto FEDE. Archivo Urcelay). A la derecha, cáliz procedente del mismo monasterio, conservado en la sacristía de la iglesia parroquial de Poza (Foto: Fray Valentín de la Cruz, Poza de la Sal. Alma y cuerpo de una Villa milenaria, 1992).

¿Cómo era físicamente el Convento de San Bernardino? Disponemos de poca información; fundamentalmente, lo que puede deducirse de sus ruinas y de los escasos datos que contienen algunas crónicas de historia de la orden franciscana.

Respecto a las ruinas del monumento, es poco lo que sobre el terreno y desde el exterior puede apreciarse. El alto muro originario en los vientos norte, sur y este y una distante alambrada en la ladera del monte situado en el costado oeste, unidos a la abundante vegetación del lugar, hacen casi imposible la vista. Sí es patente que se trataba de una construcción de enormes proporciones (su superficie es de 1600 metros cuadrados), con un gran bloque de forma cuadrada, considerable altura y sobria factura, rodeado de un muro perimetral.

Las fotografías disponibles del primer tercio del siglo XX permiten además comprobar cómo la mayor parte del interior se derrumbó, aunque, al menos en el momento en que se obtuvieron las imágenes, se mantenían en pie buena parte de las sólidas arcadas de medio punto del claustro bajo principal -de corte renacentista herreriano-, algunos elementos de la nave central de una iglesia neoclásica, con arcos y puertas de medio punto, y de dos capillas laterales, con signos del barroco. Se conservaba también el atrio de la iglesia, si bien años después se construyó en él una pequeña vivienda de 80 metros cuadrados, con tejado a cuatro aguas.

Así se encontraba el claustro bajo del Convento de San Bernardino, de Poza de la Sal, a mediados del siglo XX. Solo los altos muros exteriores y las robustas arcadas de estilo renacentista del claustro bajo, han resistido a los derrumbes y la depredación (Foto: Foto FEDE. Archivo Urcelay).

En cuanto a las viejas crónicas, poco es lo que puede encontrarse de la morfología de la edificación. Tan solo que los donantes concedieron liberales (…) un sitio muy capaz para iglesia, y casa, y para huerta donde aquellos padres primitivos se ejercitasen en el trabajo corporal, sembrando legumbres, y cultivando hortalizas para su sustento, y bosque, o soto, en que respirasen sus espíritus fatigados. Dan cuenta asimismo las crónicas de que en los siglos XVI y XVII se acometieron reformas que hicieron que el convento se conservase muy mejorado en su fábrica y ornato de su iglesia. Todo ello es coherente con lo que hoy puede observarse in situ.

Fernando de Miguel, al rescate de los monasterios desamortizados de la provincia de Burgos

Ante tan desolador panorama, se comprenderá mejor el valor de la reciente iniciativa del burgalés Fernando de Miguel Hombría, quien, comprometido personalmente con nuestro patrimonio cultural colectivo -material e inmaterial-, realiza desde hace años, con maestría, maquetas de los monasterios ya desaparecidos o en ruinas de la provincia de Burgos.

Una singular afición con la que, además de disfrutar, trata de ofrecer, a quienes aún somos capaces de emocionarnos con los que estos antiguos cenobios significan y al público en general, una imagen lo más fidedigna posible de cómo fueron originalmente, antes de lo que él mismo califica, refiriéndose a la Desamortización, como «la bomba atómica de nuestro patrimonio». Fernando fotografía también sus maquetas para ayudar a la divulgación de los monumentos y las dona a asociaciones públicas, tal y como explica en su blog, al que puede accederse pinchando aquí.

De esta labor desinteresada se pueden beneficiar ya quienes quieran conocer mejor joyas monásticas como San Pedro de Arlanza, Santa María de Rioseco, Santa María la Imperial de Obarenes, San Francisco de Burgos, Nuestra Señora de Fresdelval, San Pablo de Burgos o Santa María la Real de Vileña. Este último, relativamente próximo a Poza, con comunidad cisterciense femenina, es el único que no fue desamortizado; se perdió en 1970 por un incendio.

Diferentes perspectivas de la maqueta del Convento de San Bernardino, de Poza de la Sal (Burgos), obra de Fernando de Miguel Hombría (Fotos: Fernando de Miguel).

Los amigos de Poza tuvimos la fortuna de que Fernando se fijase también hace algunos meses en nuestro San Bernardino, pese a ser un monumento muy desconocido y olvidado, incluso en Poza. Después de documentarse con lo que se conoce de él y de otros con los que debió guardar similitud, se puso en seguida manos a la obra con sus limitados medios: cartón reciclado, un cutter y poco más. El resto lo hicieron su pasión por los viejos monasterios, una creatividad admirable -cultivada también en su mundo profesional- y la habilidad para componer y decorar los materiales. El proceso de elaboración de la maqueta puede verse en el vídeo resumen editado por el propio autor, pinchando aquí.

El resultado del trabajo salta a la vista. Por él podemos hacernos una idea muy cercana a lo que debió ser San Bernardino antes de convertirse en las actuales ruinas, testimonio silencioso de casi cuatrocientos años de presencia franciscana en Poza.

Gracias desde aquí, Fernando, por ayudarnos a conocer un poco más de la vida y los anhelos de los que nos precedieron en tierras pozanas y, a partir de ahí, a comprender y valorar nuestra propia identidad.

Jaime Urcelay

(1) Como en casi todos los temas pozanos, Feliciano Martínez Archaga documentó en su libro los principales hilos de los que tirar para la investigación de las desamortizaciones del XIX en la Villa salinera. Vid.: Martínez, F.: Poza de la Sal y los pozanos en la historia de España, Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2009, 2ª ed.

(2) Es muy escasa la bibliografía sobre el Convento de San Bernardino. Lo más completo son las páginas de Feliciano Martínez en la obra citada y la extensa monografía escrita por mi buen hermano Javier con el título «El convento de San Bernardino de Poza. Presencia franciscana en Poza de la Sal», incluida como capítulo del libro Páginas de la Historia de Poza de la Sal, que juntos publicamos hace ya algún tiempo (Colección Pueblo y Tierra, Ciudadela Libros, Madrid, 2011). Javier hizo un exhaustivo estudio basado, sobre todo, en la historiografía franciscana, reseñada en la bibliografía que aparece al final del trabajo. Este capítulo completo puede descargarse en pdf pinchando aquí. También Fray Valentín de la Cruz dedica al monasterio pozano tres sustanciosas páginas en Poza de la Sal. Cuerpo y alma de una Villa milenaria (Editorial La Olmeda, 1992). El blog SientePadronesdeBureba publicó en febrero de 2019 una interesante entrada sobre el cenobio franciscano («El monasterio de San Bernardino»), en realidad más próximo a Padrones de Bureba, población con la que estuvo muy vinculado. El texto se refiere a algunos detalles hasta entonces inéditos. También Miguel Zález le prestó atención en 2016 en su blog («De Salas de Bureba a las ruinas del Convento de S. Bernardino»).

(3) No hay rastro de los retablos, el archivo, los objetos de culto, el conjunto de la biblioteca ni de otros bienes de carácter artístico o cultural. Tan solo se conoce un cáliz, custodiado en la sacristía de la parroquia de Poza de la Sal. Por otro lado, en la citada entrada de SientePadronesdeBureba se afirma que «muchos libros de su arruinada biblioteca fueron llevados al monasterio de San Salvador de Oña por los padres Jesuitas y algunos otros por D. Melquiades Zúñiga, arcipreste de Poza de la Sal, y D. Heliodoro, párroco de Quintanaopio». Hay que tener en cuenta, no obstante, que la llegada de los jesuitas a Oña es en 1880 y que Don Melquiades Zúñiga falleció en los años 60 del siglo XX, por lo que posiblemente lo que hicieron fue solo rescatar, de quienes los poseían, los libros que buenamente pudieron.

(4) José María G., querido amigo pozano, acaba de hacerme llegar un interesante recorte de prensa de El Correo Español – El Pueblo Vasco de 31/05/1987, con el titular «Familia bilbaína vende monasterio del siglo XIV». El reportaje, en el que colabora Feliciano Martínez, entonces párroco de Poza, toma pie en el curioso anuncio publicado en ese mismo diario para la venta del convento pozano por 25 millones de pesetas, «por no poder restaurarlo ni mantenerlo por más tiempo». En 2013 salió nuevamente a la venta por subasta de un Juzgado de Briviesca; el valor de tasación fue entonces de 204.515€.

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