Mis lecturas. «Insumisos», de Tzvetan Todorov: la firme resolución de resistir

Tzvetan Todorov (Sofía, 1939), un reconocido intelectual búlgaro emigrado a Francia antes del derrumbe del comunismo en su país de origen, ha reunido en «Insumisos» (1) un atractivo e inspirador conjunto de itinerarios individuales en los que, pese a la diversidad de perfiles personales y de los contextos a los que tuvieron que enfrentarse, aparece un rasgo común: la resistencia, por motivos morales, a la coacción dominante.

La propia experiencia del autor en un régimen totalitario y sus amplias investigaciones académicas en ciencias sociales, constituyen la base de las Motivaciones iniciales, la Visión de conjunto final y el marco de razonamiento -con el que no siempre he coincidido- para la presentación de los ocho ejemplos, todos ellos contemporáneos, seleccionados en el libro: Etty Hillesum, Germaine Tillion, Alexander Solzhenitsyn, Borís Pasternak, Nelson Mandela, Malcolm X, David Schulman y Edward Snowden.

Aunque, como es natural, no me he sentido identificado en el mismo grado con todos los personajes, no puede negarse que el autor consigue en su relato suscitar admiración por todos ellos y por su actitud ante el mundo y ante unos  acontecimientos marcados por la adversidad.

Insumisos en nuestra vida cotidiana

Hay además en las páginas de este libro de Todorov abundante material para reflexionar sobre el significado y las consecuencias del compromiso, por fidelidad a la propia conciencia, con la verdad y la justicia.

La joven judía holandesa Etty Hillesum (1914-1943), asesinada en Auschwitz. Para mí, la personalidad más comovedora de los retratos de Insumisos.  La descubrí hace años gracias al Padre Jacques Philippe. «Germen de paz en esta casa de locos», «el corazón pensante de la barraca», «un bálsamo para tantas heridas»…

Y creo que cabe una proyección personalísima de esa reflexión.  En dos planos: el primero, considerando las variantes totalitarias presentes  en la cultura de hoy, instalada en una corrección política que en no pocos temas se nos impone, agrediendo directamente a la verdad y a la conciencia de los disidentes. De manera sutil… o no tan sutil, como está ocurriendo con determinadas tendencias legislativas. Y ante la cual no siempre es fácil ejercer la libertad interior y resistir…

Y segundo plano: el de las situaciones cotidianas en las que, en la cercanía de las  relaciones humanas de pequeña escala,  también está en juego la búsqueda de los verdadero y lo justo como exigencia de esa capacidad de amar que Todorov vislumbra en nuestra humanidad y que, aunque de forma incompleta y algo confusa, parece inclinarse por considerar intrínseca a la naturaleza de la persona.

Finalmente y con esa mirada de doble plano, he extraído algunos pensamientos de los personajes del libro que me han llamado la atención y que reproduzco aquí por si a alguien más le sirven de inspiración…

Es la única solución, la única de verdad, no veo otra salida: que todos nosotros nos volvamos sobre nosotros mismos y eliminemos todo lo que creemos que debemos eliminar en los demás (E. Hillesum).

No dejarse guiar por los estímulos del mundo exterior, sino por la urgencia interior (E. Hillesum).

Se vive bien en todas partes, incluso detrás de los alambres de espino, siempre y cuando vivamos con bastante amor a las personas y a la propia vida (E. Hillesum).

Los que sufren no son las causas ni los proyectos, sino las personas (G. Tillion).

El hombre lo es todo, lo peor y lo mejor (G. Tillion).

Te doy gracias por darle a todo colores tan intensos, por haber hecho de la vida y la muerte lo que son, porque tu palabra sea majestuosidad y música, por haber hecho de mí un artista, porque el arte sea tu escuela y por haberme preparado toda la vida para esta noche. (…) Y me llenaba de júbilo y lloraba de felicidad (B. Pasternak, dirigiéndose a Dios, creyendo que ha llegado su hora tras sufrir un infarto en octubre de 1952).

¡Qué sorprendente es la vida! Hay que amar y pensar en las personas. No hay que pensar en nada más (B. Pasternak).

Poco a poco he descubierto que la línea divisoria entre el bien y el mal no separa ni a Estados, ni a clases, ni a partidos, sino que atraviesan el corazón de todo hombre y de toda humanidad  (A. Solzhenitsyn).

Alexander Solzhenitsyn (1918-2008), para mí otro viejo y muy admirado conocido, central en las páginas de Insumisos. «No vivir en la mentira» tituló su último texto antes de la expulsión en 1974 de la antigua URSS. En él llamaba a sus compatriotas «no a rebelarse, sino sólo a dejar de alimentar la mentira que los rodea con su silencio o su consentimiento tácito, por lo tanto a empezar a vivir en funcion de la verdad»

Nada favorece tanto el espíritu de comprensión como las reflexiones punzantes sobre nuestros propios crímenes (A. Solzhenitsyn).

Odiar al enemigo no ayuda a vencerlo, sino que destruye tu propia identidad. (…) El resentimiento es como beber veneno y esperar que mate a tus enemigos (N. Mandela).

Es útil recordar que todos los hombres, incluso los que parecen más insensibles, tienen un fondo de honestidad y pueden cambiar si sabemos llegar a ellos. (…) Siempre he sabido que en lo más profundo del corazón del hombre residían la misericordia y la generosidad (N. Mandela).

Es bueno partir de la base de que los demás son íntegros y honorables, porque atraes la integridad y el honor si los buscas en las personas con las que trabajas (N. Mandela).

Si observo en mi mismo, puedo ver en lo más hondo, junto con la esperanza, la fe y cierta capacidad de empatía, las mismas fuerzas que operan en los colonos más depredadores. Yo también soy capaz de odiar, de ser parcial y maniqueo (D. Schulman).

El acto digno (…) sobrevive en el mundo, el único mundo que tenemos, sobrevive en cuanto mundo, inherente a su misterio (D.Schulman).

Como dicen los adeptos del zen, no actuamos sobre ese plano, el de la acción política, con los ojos clavados en el resultado. Actuamos porque debemos actuar, en nombre de lo que es justo (D. Schulman).

Jaime Urcelay

(1) Galaxia Gutemberg, Madrid, 2016. 220 págs.

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