La tradición del saludador en Poza de la Sal (I)

Vista, desde la calle San Cosme, de la vivienda de la calle La Cerca núm. 3, en una fotografía antigua. En esta casa vivía en 1887 Santos García Padrones, según el Padrón de vecinos de ese año. Adosada a la muralla, contaba, como otras muchas edificaciones de la villa, con un arco de piedra en la entrada, actualmente tapado (Foto: Archivo Urcelay).

Un vago recuerdo en la familia, confirmado después por el descubrimiento de una reseña en la prensa de Madrid del año 1886, me convirtió, de la noche a la mañana, en descendiente directo y consciente de la famosa saludadora de Poza. Se llamaba Santos García Padrones y, ya sin ninguna duda, era la bisabuela de mi padre.

Tras buscar los correspondientes papeles, pude comprobar que era natural de Poza, donde nació en 1834. Hija de Santiago García y Nicasia Padrones, tuvo, al menos, dos hermanos: Isidro y Juana.

Casó en Poza el 29 de octubre de 1855 con José Urcelay Santa María, el bisabuelo de mi padre, de oficio cantero, nacido en un caserío de Anguiozar, en la Guipúzcoa interior, y que, por circunstancias que desconozco, pero tal vez relacionadas con su profesión, fue el primer Urcelay en arraigar en Poza. Tuvieron cuatro hijos: Pedro, Antonio (mi bisabuelo), Casilda y María.

Según se lee en la inscripción de su defunción en los Libros Parroquiales[1], falleció el 8 de junio de 1895 en Poza, recibiendo los santos sacramentos de Penitencia, Sagrado Viático y Extremaunción. Recibió entierro de cuarta clase en el cementerio del pueblo.

Tan singular parentesco, me llevó a mover Roma con Santiago para intentar entender, antes de nada, qué significaba eso de ser saludadora, algo que, en principio, sonaba bastante oscuro. Después, para investigar qué tenía que ver este extraño oficio con Poza. Y, por último, reconstruir las andanzas de la que, la prensa de la época, llamó la célebre saludadora de Poza.

Y este fue el resultado de la investigación…

Qué era un saludador. Un oficio ancestral que llegó al siglo XX[2]

El saludador, dice el diccionario de la RAE, es un embaucador que se dedica a curar o precaver la rabia u otros males, con el aliento, la saliva y ciertas deprecaciones y fórmulas.

Un peculiar personaje que nos resulta ahora completamente extraño, pero que durante siglos gozó en nuestros pueblos de la consideración de las gentes y, no pocas veces, del apoyo de las autoridades. Formaba parte de eso que se han dado en llamar las creencias mágicas y etnomédicas, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos[3].

Sabemos que, ya al final de la Edad Media, eran muy populares, aunque su mayor auge se dio en los siglos XVI, XVII y XVIII. También desde el siglo XVI, señalan quienes han estudiado el fenómeno, hay ya constancia de las condenas y la repulsa que provocaban, si bien ninguna norma administrativa ni religiosa logró su extirpación oficial y definitiva. No obstante, la práctica fue decayendo lentamente durante siglos, hasta que la medicina positiva le ganó la partida de manera definitiva ya iniciado (incluso, bien entrado) el siglo XX[4].

 En nuestra literatura clásica no es raro encontrar referencias a ellos; así ocurre, por ejemplo, en El Lazarillo de Tormes, en la poesía satírica de Quevedo o en los dramas de Calderón de la Barca.

A diferencia de otros curanderos o sanadores, los saludadores, en ciertas épocas, podían llegar a estar admitidos por la Iglesia, de modo que eran los propios obispos o el Tribunal del Santo Oficio quienes se encargaban de examinarlos. Este examen tenía como propósito discernir si eran verdaderos saludadores, dotados, excepcionalmente, de una gracia divina o don sobrenatural para curar –en cuyo caso se les otorgaba licencia— o si, al contrario, se trataba de embusteros que figuraban tener facultades especiales, engañando así a los ingenuos o supersticiosos, para conseguir beneficios económicos. Esta última opción era, al parecer, la más común. Hubo casos también en que la Inquisición actuó contra saludadores acusados de haber pactado con el demonio[5].

Se sabe que también en ocasiones eran los propios concejos o ayuntamientos quienes examinaban a los saludadores, a los que no era infrecuente que se dotase económicamente con cargo a las arcas públicas. Tal fue, como en seguida vamos a ver, el caso de Poza.

Prospecto c. 1885 de un saludador -de nombre desconocido- del barrio de El Raval, en Barcelona, premiado, según dice, por S.M. la reina Isabel II. De Barcelona, pasó a Valencia y Murcia (Foto: El meu Raval, memòria fotográfica).

Por otro lado, el oficio de saludador no era en absoluto exclusivo de hombres y hay bastantes casos documentados de mujeres que decían tener esas especiales propiedades para saludar al ganado y a las personas contagiados de la rabia. Se hablaba de determinados signos que acompañaban a estas personas e incluso que sus poderes eran heredados de padres a hijos, siguiendo así la tradición dentro de las familias. Había quien afirmaba que se les identificaba por alguna señal mística en el paladar o en alguna otra parte de la boca —la rueda de santa Catalina, la cruz de Caravaca, etc.—. Otras señales que se atribuían comúnmente a los saludadores eran las de haber nacido en Jueves o en Viernes Santo, el ser el séptimo hijo varón de los mismos padres o la capacidad para resistir el contacto de objetos candentes con su piel o con su lengua[6].

Será a partir de 1885, con el descubrimiento de la vacuna de la rabia por parte de Pasteur, cuando empezó a producirse un giro en el concepto de esa enfermedad y en la práctica médica y veterinaria para tratarla. Se generalizó así la denuncia pública de los saludadores, a los que, cada vez más comúnmente, se les presentaba públicamente como unos embaucadores que comerciaban con la superstición y la ignorancia popular, frente a los cada vez más seguros criterios de la ciencia médica. En la prensa del último cuarto del siglo XIX y primeros años del XX abundan los ejemplos de estas denuncias, normalmente instigadas por los médicos, quienes pedían la intervención de las autoridades.

Tradición del saludador en Poza: una larga y constante historia

Con referencia ya a Poza, quizá sorprenderá saber que contó, desde tiempo inmemorial, con una muy arraigada tradición del oficio de saludador.

Feliciano Martínez Archaga, lo reseñaba así en 1984:

Poza cuenta con una larga y constante asistencia de saludadores que forman parte importante de su historia. El ‘saludador’ no era un brujo que todo lo curara por arte de magia; pero las gentes lo consideraron dotado de una ‘gracia’ y de un saber especial, no precisamente mágico, aunque muy semejante. Por cuantas cosas se refieren de ellos, es indudable que poseyeron un gran sentido de observación y, a partir de ahí, una experiencia y unos conocimientos médico-veterinarios, muy suyos; y que todo ese saber, y entender, fue la base para ser aceptados por el pueblo.

Su campo de acción preferente era la rabia que, acometiendo a perros, gatos y otros animales, podía trasmitirse a los humanos. Cuando se presentaba algún caso de éstos, lo que ocurría con harta frecuencia, era obligado contar con el saludador, propio o extraño, que hiciera un reconocimiento de los animales afectados, especialmente el ganado lanar. ¿Llegó a curar la enfermedad? Pensamos que se conformó con localizar y aislar a las reses enfermas…y poco más.

El ‘don’ a veces lo poseía una mujer, así en 1604. No se heredaba necesariamente, aunque en ciertos casos pasara de padres a hijos o algunos de sus familiares[7].

En el Archivo Municipal son bastantes las menciones que, desde el siglo XVI, pueden encontrarse. Como dice un anónimo autor que revisó esa documentación, casi se puede seguir con estos datos y otros muchos que hay en el archivo civil toda la genealogía de la saludadora de Poza[8].

Cuando se presentaba uno de los frecuentes episodios de rabia en el ganado -especialmente en el lanar-, el Concejo mandaba avisar al saludador, de Poza o de alguna localidad próxima, para que reconociese los animales afectados.

El propio Don Feliciano recoge en su libro un pintoresco ejemplo de 1599, cuando se trajo al pueblo a Francisco de Quijano, vecino de Lences, para que saludase generalmente a todos los vecinos de esta Villa de Poza del mal contagio que decían que andaba en ella, tarea en la que empleó 9 o 10 días. Al buen hombre se le pagaron cien reales como salario para sus gastos[9].

También hay testimonios de que, en algunas épocas, un saludador pozano tenía asignado un salario en las cuentas municipales. Un caso muy claro es el que aparece en las Respuestas Generales al Catastro de la Ensenada, redactadas para Poza en 1752. En el Asiento en el Libro de lo Real de los Bienes del Concejo se incluyeron las pensiones que paga la Villa de Poza de la Sal y su Común. Entre ellas aparece:

Dos fanegas de la misma especie [de trigo], al saludador por su salario[10].

(…)

Por dicho quinquenio, se ha reconocido de gasto hecho con el saludador, sesenta reales[11].

La reconvención al Concejo de Poza por el Gobierno Civil de Burgos, en 1855

Otra significativa evidencia del arraigo del saludador en nuestro pueblo es lo ocurrido en 1855. El 30 de abril de ese año el Concejo pozano se reúne en sesión ordinaria para tratar un único asunto: la reconvención recibida del gobernador civil de Burgos por los pagos realizados por el Ayuntamiento al saludador.

Transcribo literalmente lo que aparece en el acta de la reunión:

Sesión ordinaria de hoy 30 de Abril.

En las Casas Consistoriales de esta Villa de Poza a 30 de Abril de mil ochocientos cincuenta y cinco: Reunidos los integrantes del Ayuntamiento de la misma que abajo firman, ante la presidencia del Sr. Alcalde D. Balentín Conde, se leyó un oficio del Sr. Gobernador Civil de la Provincia que copiado a letra dice así: Gobierno de la Provincia. Burgos; Con la mayor sorpresa y el disgusto consiguiente he visto que todavía hay en ese pueblo una persona que explotando el atraso y la sencillez de esos naturales, se titula saludador y suponga haber tenido de Dios una gracia especial para curar la hidrofobia. Deber es de todos los individuos que componen ese Ayuntamiento el procurar que desaparezcan esas preocupaciones que tan triste idea del estado de la civilización de los Pueblos donde se acogen tales especies. Bajo este supuesto he dispuesto prevenir a V. que por ningún motivo permita que el llamado saludador reciba cantidad alguna en retribución de sus salutaciones pues de lo contrario le denunciare como estafador y también a los que le patrocinen como conmitentes en tan feo delito = Dios guie a V. m. Sª S. Burgos veinte y cinco de abril de mil ochocientos cincuenta y cinco. Angel Barroeta = Sr. Alcalde Constitucional de Poza = Cuyo contenido someto a la consideración del Ayuntamiento para que se resuelva lo que crea conveniente y enterado de su contenido acordó: Que por el Secretario presente sacada certificación de este acuerdo se le haga saber a Andrés Corsino Padrones de esta vecindad que es la persona a la que alude el oficio inserto cese en el ejercicio de tal saludador y que en lo sucesivo no exija dro. alguno por el saludo, pues al beneficiarlo se le tendrá por estafador según en dicho oficio se previene. Así se acordó de lo que yo el Secretario certifico. 

Este Andrés Corsino Padrones, saludador a quien hubo que privar del salario del Ayuntamiento, aparece en el Padrón de Poza de 1852, relacionado justo delante de los padres de mi antepasada Santos García. Estaba casado con Magdalena García. Es posible que Andrés Corsino fuera su nombre propio (por San Andrés Corsino o Corsini, santo florentino carmelita del siglo XIV, cuya festividad se celebra el 4 de febrero) y Padrones el primer apellido, de tal modo que podría ser el abuelo materno de Santos, lo que nos hablaría de una saga familiar de saludadores.

Con esa acta municipal de 1855, se puede pensar que acabó la historia del saludador en Poza, al menos con sueldo oficial. Pero en absoluto fue así…

Catorce años después, en 1869, entra ya en escena, con la correspondiente gratificación municipal, mi tatarabuela Santos García Padrones. Así se deduce con claridad del acta de otra reunión del Concejo, del 14 de abril de 1875. Copio nuevamente del Libro de Acuerdos:

(…) Acto seguido el mismo [el Alcalde Presidente] manifestó habérsele dado parte de que así en los perros como en algún ganado lanar se habían manifestado síntomas de hidrofobia comúnmente llamada rabia; por lo que había creído oportuno acordar la adopción de las medidas que creyesen oportunas para evitar la propagación y estragos de tan terrible enfermedad; enterados de lo cual acordaron que como en el año 1869 y puesto que el Pueblo tiene la creencia de que Santos García de esta vecindad tiene conocimiento para averiguar las reses o perros que la padecen los vea o salude como vulgarmente se dice y se la gratifique como entonces, puramente para satisfacción del vecindario y para cumplir con el deber legal de la Corporación que sean reconocidos por los inspectores de carnes, en vista de cuya declaración el Sr. Alcalde Presidente adoptará las demás precauciones que se consideren necesarias según las Ordenanzas Municipales.

Desgraciadamente, falta en el Archivo Municipal el Libro del Concejo de 1869, pero parece claro que en ese año ya existía la creencia por parte del pueblo de que nuestra saludadora tenía un conocimiento especial. Y que en 1875 esa creencia popular persistía…

La fama de nuestra saludadora fuera de Poza

Semejante fama de la saludadora de Poza debió extenderse pronto por los contornos.

De 1863 es un curiosísimo trabajo publicado en La España Médica, de Madrid, en la que el médico de Lanciego (Álava), a unos 100 km de Poza, cuenta con todo detalle -y encendida indignación- la historia de una niña de 11 años que fue mordida por un perro rabioso y a la que terminaría por declarársela un agudo cuadro de hidrofobia[12].

A la niña en cuestión, se lee en el artículo, los padres la llevaron a Poza a que la conjurase una ‘saludadora’, que reside en dicho pueblo, la que, con sus artimañas, etc. manifestó a la madre había visto salir del cuerpo de la niña los perros.

‘Embaucadora’, ‘hipócrita embustera’, ‘plaga de la humanidad’, son algunos de los calificativos que el buen médico dedica a nuestra paisana, preguntándose: ¿qué dirán esas gentes sencillas de Poza con su tan ponderada mujer, llena de virtud heredada de sus padres por la gracia de Dios?

El artículo termina pidiendo que las autoridades extirpen de raíz los curanderos y supuestos santones.

Revisando la hemeroteca, encontramos una nueva referencia a nuestra saludadora en 1885, en Santoña (Cantabria), a propósito de las mordeduras, por un perro con rabia, a un total de once niños. Dice así la prensa local[13]:

Tal es el pánico que reina entre el vecindario, y muy particularmente en las familias de los niños mordidos, que algunas personas han salido inmediatamente para Pozas [sic] en busca de una saludadora que, según se dice, existe en aquel pueblo.

Por esos mismos años -1884 y 1885-, la saludadora de Poza dio que hablar también en Vizcaya. En Somorrostro, los vecinos afectados por un caso de rabia acudieron a Poza de la Sal, donde había una saludadora que decían era infalible. En Ancentales y en el vecino pueblo cántabro de Valle de Villaverde, donde se había instalado, anduvo realizando curaciones increíbles. La crónica periodística subraya que no eran pocos los incautos que iban a requerir los servicios de esta embaucadora, con lo que las ganancias que esta mujer conseguía con sus artes aumentaban de un modo considerable[14].

El tesoro del dolmen de El Moreco

Parémonos ahora un momento en un curiosísimo episodio, al parecer ocurrido en el año 1879 en Gredilla de Sedano (Burgos), narrado por el hijo de un testigo de los hechos[15]:

Habiéndose declarado la rabia en el ganado lanar y cabrío en el 1879 en mi pueblo, se acordó acudir y llamar a la saludadora de Poza. En vano tronó desde el púlpito D. Manuel Martínez contra esta superstición y la ridiculizó, pues todo el pueblo acudió en masa para ver el espectáculo, estando en la primera fila mi padre, que entonces apenas si tenía ocho años.

Hizo desfilar por delante de ella a todo el ganado, haciendo entre tanto ella conjuros en forma de oraciones; sopló sobre dicho ganado, sopló tan fuerte que decían todos los presentes que llegó a todos ellos en forma casi huracanada, y tan frío que les dejó como congelados. Son palabras de los testigos a quienes he conocido y he oído.

Dolmen de El Moreco o Fuenteblanquilla, en las proximidades de la Hoya de Huidobro, municipio de Los Altos (Burgos) (Foto: Territorio Megalítico).

Por fin, declaró como víctima y causante de la enfermedad al borro padre, a quien se lo degolló inmediatamente.

A continuación, dijo que allí cerca, en el término llamado El Morecón [sic], había un tesoro encerrado dentro de un cuero de buey, pero que había que ir a sacarlo a media noche y en plena luz llena. Los vecinos de Nocedo se lo creyeron y estuvieron tres noches seguidas trabajando sin encontrar nada. Lo que sí hicieron fue destruir en gran parte el Monumento Megalítico que allí había, que sin duda es el más interesante de toda la Provincia de Burgos, y que fue un enterramiento de alguno de los jefes de los íberos o celtas (…).

Relacionado también con El Moreco, está lo que escribe en 1975 José Luis Uribarri, pionero en la investigación sistemática del megalitismo burgalés:

[El Morueco] tenía propiedades curativas, en especial para combatir la impotencia, y a él mandaba a sus pacientes para ser curados la curandera de Poza[16].

Esta noticia de la curación de la impotencia, saltó de Uribarri a Martínez Archaga[17] y, más recientemente, han vuelto sobre ella autores de la mayor solvencia, como son Miguel Moreno Villa et al.:

También parece ser de toda la vida una costumbre que tenía la curandera de Poza de la Sal, que mandaba a los impotentes hasta nuestro moreco más conocido, el de Huidobro. Al parecer, si daban unas vueltas, todo se solucionaba. ¡Qué cosas! Esta leyenda la contó nada menos que un cura de Poza, Feliciano Martínez Archaga (…)[18].

La anécdota se ha venido reproduciendo en diferentes fuentes, sin citar su origen y con algunos otros adornos, fruto de la creatividad de sus autores.

No es fácil saber hasta qué punto estas historias de El Moreco y la saludadora o curandera de Poza -¿eran la misma persona?- son reales, o si más bien se trata de leyendas. En este sentido, da qué pensar lo que los últimos investigadores citados mencionan a propósito del megalitismo en la provincia de Burgos:

No es fácil encontrar tradiciones antiguas que hablen de los dólmenes, pero cuando se excava alguno, siempre aparece la leyenda ancestral de un pellejo o un cántaro con monedas de oro que, supuestamente, habrían dejado escondido los moros[19].

Su hijo médico sale en su defensa en la prensa de Madrid

Llegamos así al año 1886, en el que nos topamos con una pista clave para entender un poco mejor al personaje y su trayectoria: la carta que su hijo Pedro Urcelay, médico de profesión, dirige a la prensa de Madrid en defensa de su madre, absuelta de un delito de intrusismo por la Audiencia de Burgos.

Transcribo de El Día de 26 de agosto de 1886 el extracto de su carta, tal y como apareció publicada:

LA SALUDADORA DE POZAS [sic]

Un hijo de la señora que en aquel pueblo cura la hidrofobia, el Sr. D. Pedro Urcelay, médico en Castil de Peones, nos ha escrito con motivo del artículo que publicamos hace días con el título «Contrariedades de M. Pasteur», en el cual aludíamos a su señora madre.

Y como alguna de las noticias que nos suministra son interesantes, las publicamos a continuación, lamentando no insertar íntegra su carta, cuyo extracto es el siguiente:

«Sr. Director:

24 Agosto 1886.

Ya que un vecino de Pozaldez ha dado a conocer las dotes de una humilde señora que jamás pensó embaucar, permítame que trate de este trascendentalísimo y arduo asunto y haga un favor a la sociedad, y más si el Gobierno quiere probar la suficiencia de la saludadora, que, si no hubiera sido por lo ridículo de su tratamiento, ya gozaría fama universal.

Los servicios de la saludadora han sido solicitados muchas veces por los gobernadores y los alcaldes, y ahora la Audiencia de Burgos acaba de resolver favorablemente a ella una causa que se le seguía por ejercicio ilegal de la medicina.

Treinta años hace que ejerce su ministerio, y ni un sólo día ha dejado de escuchar a alguno que venía de los pueblos de Castilla a buscar sus auxilios, porque jamás ha fracasado su tratamiento en los millones de animales empleados. Y no crea V. que esto es lisonja inmerecida, nacida del amor filial.

Conoce el mal en su período de incubación y lo cura, destruye la propiedad contagiosa del virus cuando el mal está ya en el período de manifestación, y su tratamiento consiste en un sencillo saludo al animal hidrófobo.

Estimule V. al Gobierno a la prueba de tal virtud y disponga de su afectísimo

Pedro Urcelay.»

Hacemos gracia al lector de la descripción de los períodos en que la señora madre del médico de Castil divide la hidrofobia, porque es asunto técnico, y felicitamos a los gobernadores y alcaldes que, saltando por la ley de Sanidad y el sentido común, han solicitado los servicios de la saludadora.

Ateniéndose a prescripciones legales y a las sugestiones del menos común de los sentidos, no se habría salvado tanto millón de hidrófobo, y la enfermedad quizá se hubiese propagado a tan resueltas autoridades.

Un sencillo saludo les ha librado de morir rabiando.

Recomendamos el sistema al Gobierno y a las autoridades que aún no lo hayan empleado, defiriendo a los deseos de nuestro comunicante.

Recortes de El Día de 21 y 26 de agosto de 1886.

Esto era lo más interesante del artículo previo de El Día, del que la carta es réplica[20]:

Recibimos hace tiempo una carta de Pozaldez (Valladolid) en la cual se nos hablaba de una mujer de Pozas [sic] que tiene la “virtud” de conocer cuáles son los animales hidrófobos entre los de un rebaño, y la de curarlos, lo mismo que al hombre, con un sencillo saludo suyo.

Nuestra ignorancia –que de buen grado confesamos– fue causa de no publicar oportunamente la noticia. Después supimos que la mujer en cuestión es la “Saludadora de Pozas” [sic], conocida y muy afamada por sus milagrosas curaciones en las provincias de Burgos, Valladolid y Logroño, y dispuesta a demostrar su gracia especial ante M. Pasteur.

¡Y nosotros tan ignorantes de lo que atesora esta bendita tierra de los garbanzos y el gazpacho!

La sorprendente defensa del médico e hijo de la curandera tuvo repercusión en otros diarios de Madrid, escandalizados por el hecho de que procediese de un facultativo profesional y que utilizase la complacencia de las autoridades hacia la saludadora. El satírico El Motín calificaba el hecho de monstruoso por lo que revela[21].

Al margen de lo asombroso del alegato filial en defensa de la saludadora –cuanto menos, muy exagerado–, no pueden dejarse de destacar algunos datos de la carta. El primero, el tiempo que, según dice, llevaba su madre ejerciendo este oficio: 30 años, es decir, desde 1856, en que Santos García contaba con 22 años; un año después de casarse. En segundo lugar, que era muy popular en una amplia zona del norte de la antigua Castilla; y, finalmente, que de una manera o de otra, las autoridades contaron con ella.

Últimas andanzas antes de su muerte en 1895

Terminando ya con el rastro de nuestra saludadora en la prensa de la época, encontramos todavía noticias de su actividad, ya muy a final del siglo, en diferentes lugares: en 1889, en San Asensio (La Rioja)[22]; en 1891, en la ciudad de Burgos[23], Villasilos (Burgos)[24] y Treviana (La Rioja)[25]; en 1893, en Villalba, Berberana y San Martín (Burgos)[26]; en 1894, en Briñas (La Rioja)[27] y en Valluércanes (Burgos)[28].

 De lo publicado sobre lo ocurrido en los pueblos de Villalba, Berberana y San Martín, en el Valle de Losa, extraigo estas significativas líneas, que dan idea de hasta qué punto, en esa época, el peregrinaje de gentes a Poza para ser atendidas por nuestra curandera debió ser constante:

Estas circunstancias y la credulidad del público dan margen a que la casa de la llamada Saludadora de Poza esté a todas horas llena de personas que buscan en ella el remedio contra la hidrofobia[29].

Como se ve, nada arredró a Santos García Padrones en el ejercicio de su oficio, al que dedicó cuarenta años de su vida y en el que se mantuvo, prácticamente, hasta el final de sus días, cuando contaba 61 años de edad[30].

Es llamativo, finalmente, el número de veces que, en la prensa de su tiempo y en la de ya entrado el siglo XX, se alude a la saludadora de Poza al hacer referencia a los más variados temas, simplemente como una especie de recurso literario o metáfora de la ignorancia de las gentes. No cabe duda de que, a su modo, debió ser toda una celebridad.

Archivo de los protocolos notariales del año 1895 del notario de Poza Carlos Collantes, abierto por la página a partir de la cual figura el testamento de Santos García Padrones. Según puede leerse, la testadora no firma por no permitírselo la enfermedad que padece, firmando a su encargo el testigo Fernando Ibáñez (Foto del autor).

Jaime Urcelay

(Entrada actualizada el 15/04/2024 para su incorporación al libro del autor «Poza de la Sal. Historias olvidadas).


[1] Archivo Parroquial de Poza de la Sal, Defunciones L.10 (1894-1902), f. 40, nº 111.

[2] Agradezco e Pedro A. Poza Tejedor, historiador de la veterinaria española y experto en esta cuestión, las aclaraciones que me brindó sobre los saludadores. También, su receptividad en todo lo que se refiere a mi antepasada, a la que dedicó, tras nuestro intercambio de información, algunos párrafos en su trabajo “Los saludadores y la rabia en la prensa española”, comunicación presentada en el XVIII Congreso Nacional y IX Iberoamericano de Historia de la Veterinaria, celebrado en Santander los días 4, 5 y 6 de octubre de 2012. Para una bibliografía completa sobre el oscuro tema de los saludadores, vid.: PEDROSA, J.M.: “La guerra de médicos y saludadores: ciencia, magia y cultura popular en España (siglos XVIII-XX)”, en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-guerra-de-medicos-y-saludadores-ciencia-magia-y-cultura-popular-en-espana-siglos-xviii-xx-784228/html/#footnote-1620-15-backlink. Consultado el 29/10/2023.

[3] PEDROSA, J.M.: op.cit.

[4] Ídem.

[5] Investigando sobre el tema, me topé con un curiosísimo libro de un médico del siglo XVIII en el que se narra con todo detalle el examen que, por encargo de la Justicia, practicó a un falso saludador. Con este motivo, el autor presenta una muy amplia y razonada explicación del fenómeno de los saludadores, su forma de actuar, los tipos de saludadores y los seis signos para que los hombres no se dejen engañar, y sepan distinguir a los buenos saludadores de los malos. Vid: SUÁREZ DE RIBERA, F.: Cirujía natural infalible, Imprenta de Juan de Aritzia, Madrid, 1721, págs. 106 a 130.

[6] PEDROSA, J.M.: op.cit.

[7] MARTÍNEZ ARCHAGA, F.: Poza de la Sal y los pozanos en la historia de España, Imprenta Monte Carmelo, Burgos, 1984, págs. 131 y 132.

[8] Datos y noticias de la Villa de Poza de la Sal (Archivo civil). Años 1581 a 1867, documento mecanografiado anónimo, s/f, pág. 9. Es posible que esté escrito, en el año 1967, por el sacerdote, nacido en Gredilla de Sedano (Burgos), Esteban Robledo Díez (1912-1983). Fue párroco de Rojas (Burgos) y persona muy interesada por la historia, el arte y las tradiciones de la Bureba. El escrito cita seis referencias a la saludadora en las actas municipales de Poza, desde 1579 a 1617.

[9] MARTÍNEZ ARCHAGA, F.: op. cit. pág. 131.

[10] Poza de la Sal 1752. Según las Respuestas del Catastro de Ensenada, Alcabala del Viento, Tabapress, Madrid, 1991, pág.112.

[11] Ídem. pág. 113.

[12] BLANCO, J.M.: «Un caso de hidrofobia y otro más de charlatanismo: indolencia de las autoridades: medios de corregirle y castigarle», La España Médica (Iberia Médica y Crónica de los Hospitales), periódico de Medicina, Cirujía, Farmacia y Ciencias Auxiliares, núm. 388, Madrid, 7 de mayo de 1863, págs. 295 y 296.

[13] La Correspondencia de España, 30 de marzo de 1885. Reproduce una noticia publicada en La Voz Montañesa.

[14] Cfr: MACÍAS MUÑOZ, O.: “Curanderos y saludadores (1877-1912)”, revista digital Euskonews & Media, https://www.euskonews.eus/zbk/328/curanderos-y-saludadores-1877-1912/ar-0328001004C/. Consultado el 28/10/2023. Puesto en contacto con la autora, me informó que las referencias están tomadas de El Noticiero Bilbaíno.

[15] Datos y noticias…, op. cit., págs. 9 y 10. El descubridor del dolmen de El Moreco, situado en Huidobro, fue precisamente, el año 1954, quien presumo autor del escrito, el sacerdote Esteban Robledo. Martínez Archaga reproduce en su libro esta misma historia, con algunas variaciones, Curiosamente, la sitúa allá por los comienzos del siglo XX, a diferencia de Datos…, que lohace, como hemos visto, precisamente en 1879, lo que encajaría bien con la cronología de Robledo y su padre. Vid.: MARTÍNEZ ARCHAGA, F.: op.cit., pág. 10, nota 1.

[16] URIBARRI ANGULO, J.L.: El fenómeno megalítico en la provincia de Burgos, Publicaciones de la Institución Fernán González, Burgos, 1975, pág. 18.

[17] MARTÍNEZ ARCHAGA, F.: op. cit., pág. 11.

[18] MORENO, M., DELIBES, G., VILLALOBOS, R. y BASCONCILLOS, J.: Tumbas de gigantes. Dólmenes y túmulos en la provincia de Burgos, Diputación de Burgos, Burgos, 2020, pág. 46. Sobre el reflejo de la anécdota en Martínez Archaga, vid. nota 15.

[19] Idem.

[20] “Sobre la rabia. Contrariedades de M. Pasteur”, El Día, 21 de agosto de 1886.

[21] El Motín, 16 de septiembre de 1886. Pueden verse también ecos de la carta en El Liberal de 28 de agosto de 1886 y en diversos periódicos de provincias.

[22]  La Rioja, 27 de agosto de 1889 y 1 de septiembre de 1889. Como curiosidad, es el único caso en que se cita el nombre de la saludadora pozana.

[23] Diario de Burgos, 16 de junio de 1891.

[24] Diario de Burgos, 7 de septiembre de 1891. El hecho fue puesto en conocimiento del Gobernador Civil de Burgos.

[25] La Rioja, 26 de noviembre de 1891.

[26] Diario de Burgos, 19 de julio de 1893.

[27] Boletín Oficial de la provincia de Logroño, 13 de enero de 1894.

[28] La Rioja, 19 de diciembre de 1894. El hecho fue denunciado a las autoridades de Burgos.

[29] Diario de Burgos, 19 de julio de 1893.

[30] El dato de los 61 años de edad está tomado de la inscripción de la defunción en los Libros Parroquiales. En el testamento, otorgado el 7 de junio de 1895 ante el Notario de Poza Carlos Collantes (número 145 de su Protocolo), aparece que es de cincuenta y nueve años de edad, casada, ocupada en las labores de su sexo. No se hace inventario de los bienes que dejó, aunque hizo mejoras en metálico a sus hijas Casilda y María.

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