Un manuscrito de 1806 sobre las antigüedades de Poza de la Sal (II). La documentación sobre los hallazgos

Debo señalar, antes de nada, que en el año 2003 el Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia culminó una importante labor de catalogación de los archivos sobre Arqueología y Patrimonio Histórico de dicha institución, que puso además a disposición de los investigadores y del público en general a través del portal de internet de la Universidad de Alicante «Cervantes Virtual». Entre dichos fondos se encuentra la reproducción fotográfica de los originales del conjunto de 17 documentos relativos a los hallazgos de Poza de la Sal de 1806. Estos documentos completan los 5 consultados por Pérez Rodríguez-Aragón y Represa en el Archivo Histórico Nacional, que tendrían su origen en el archivo del Primer Secretario de Estado. 4 de los escritos son coincidentes, lo que se explicaría por haber intervenido en ellos tanto la Real Academia como el Primer Secretario y quedar copia por tanto en los respectivos archivos (1).

De los no consultados por dichos autores, tal vez el más interesante es el ya citado informe de Miguel Ortiz Otáñez, al que después me referiré con mayor detalle.

«Cervantes Virtual» no es, sin embargo, la primera referencia publicada de los documentos en cuestión. Hay, al menos, otras tres de las que conviene dejar aquí constancia.

La primera de ellas se remonta al año 1807 y está contenida en la Parte y Tomo III («Apéndice o Colección Diplomática») de la obra «Noticias Históricas de las tres Provincias Vascongadas», debida a la pluma del presbítero y académico de la Historia Juan Antonio Llorente (2).

El libro contiene en su núm. 18 una reproducción de los apócrifos «Votos de Fernan Gonzalez, conde de Castilla, a favor del monasterio de San Millan de la Cogolla», fechados en el año 939 (9). Aun tratándose de un documento posterior, sería una de las primeras reseñas del nombre de Poza en las fuentes documentales. Poza queda obligada, con otras villas, a entregar «un carnero por cada ocho casas» (3).

Con motivo de esta mención de Poza, Llorente incluye la siguiente cita explicativa sobre la villa:

«En Poza se han descubierto, año de mil ochocientos y seis, muchas antigüedades que acreditan la existencia de pueblo antiguo de consideración. Tal vez fue la ciudad de Salionca, que perteneció a los Autrigones, y suponen algunos en Salinas de Añara. El señor don Miguel Ortiz de Otañez (sic), académico correspondiente de la real academia de la Historia, escribió a ésta que pensaba ser Poza la Cantabria que dio nombre a la región; pero no consta que tal ciudad existiese antes de Augusto; ni puede menos de pertenecer a los Autrigones la ciudad arruinada, pues basta para convencer esta verdad, estar al noroeste de Bribiesca en el descenso oriental y setentrional de las aguas de Oca» (4).

Cabe suponer que Llorente, coetáneo de los hallazgos de 1806, conocería de primera mano los documentos por su condición de académico de la Historia. Nótese también la temprana referencia a la identificación de este emplazamiento con la ciudad autrigona de Salionca.

La siguiente referencia publicada sobre los documentos a que estoy refiriéndome es mucho más moderna. Se trata del volumen de Jorge Maier Allende «Noticias de Antigüedades de las Actas de Sesiones de la Real Academia de la Historia (1792-1833)», publicado en 2003 (5). En él se recogen puntualmente las diferentes Actas de reuniones en las que, a partir de la toma en consideración de la reclamación de Gregorio Gonzalez Azaola en la sesión de 6 de junio de 1806, se trataron aspectos relacionados con los descubrimientos arqueológicos de Poza.

Centrándome ahora exclusivamente en el Informe de Miguel Ortiz, Maier deja constancia de que en la sesión de 8 de junio de 1806 «se acuerda pedir noticias de los descubrimientos a Miguel Ortiz de Otáñez, Oidor de Valladolid». En la sesión de 4 de julio de 1806 «se da cuenta del oficio por el que Miguel Ortiz de Otáñez notifica haber escrito a la villa de Poza de la Sal para averiguar la adquisición y paradero de los objetos descubiertos en dicho término». Y, finalmente, en la sesión ordinaria del 18 de julio de 1806 «se lee un oficio de Miguel Ortiz Otáñez en el que informa sobre la población a que pueden pertenecer los descubrimientos de Poza de la Sal». En la misma reunión se acuerda proponer al citado Miguel Ortiz «para correspondiente por su afición a las antigüedades»(5).

En este recorrido por las noticias publicadas de los documentos sobre los descubrimientos de 1806, debe mencionarse por último la obra de Juan Manuel Abascal y Rosario Cebrián «Manuscritos sobre Antigüedades», publicada en 2006 y referida a los fondos de la Real Academia de la Historia (6).

En ella se reseñan dos expedientes relativos a «Antigüedades de Poza de la Sal» y que conciernen a los hallazgos de 1806 . De uno de ellos -el de fecha 03/06/1806- anotan Abascal y Cebrián, con algunas imprecisiones:

«Por lo que sabemos, las excavaciones llevadas a cabo en 1806 por Gregorio Gonzalez Azaola en Poza de la Sal, dieron lugar al descubrimiento de múltiples objetos de época romana, que corrieron el riesgo de salir de España, objetivo que se atribuye a Antonio Carlos Martínez de los Ríos; éste último alegó que sólo pretendía comunicar los descubrimientos a Juan Francisco Masdeu, residente entonces en Roma, pero que no había intención de exportar ningún objeto. Para resolver la cuestión, la Academia recurrió al Alcalde de Poza de la Sal, Pedro Pablo Echevarría Zárate, interlocutor oficial de Madrid según lo previsto en la real Cédula de 6-7-1803, que confería a la Academia las facultades de control de este tipo de hallazgos. El incidente se saldó con el intento de devolución al descubridor de los objetos encontrados y, en caso de no encontrarse a éste, con la autorización de venta dentro de España, toda vez que el valor patrimonial de aquéllos no se debió juzgar suficiente para solicitar su entrega a la Academia» (7).

(Continuará)

Jaime Urcelay

(1) La relación completa de los documentos procedentes de la Comisión de Antigüedades de las Real Academia de la Historia concernientes a los hallazgos de 1806, puede consultarse en http://bib.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=306543&portal=111

(2) Imprenta Real, Madrid, 1807.

(3) Según parece, debió confeccionarse hacia 1200 pero no debe ser considerado un documento falto de todo fundamento. Según Pérez de Urbel, «en él se trata de autorizar  costumbres anteriores, que pueden muy bien remontarse al siglo X». Por los votos, Fernán González agradece a San Millán, patrono de los castellanos, la victoria de Simancas, ordenando a todos los pueblos de sus estados que tributasen al convento fundado en los Montes de Oca de los frutos de sus cosechas, bueyes, carneros, trigo… Es el instrumento  -salvada su falsedad-  más antiguo del que disponemos para conocer los nombres de los pueblos que entonces conservaban población cristiana en Castilla y Vizcaya, pues todos se nombran en él.

(4) Afirma Fidel Fita que la villa era ya floreciente en la segunda mitad del siglo X y que aparece por primera vez mencionada en el acta de fundación y dotación del Monasterio de Covarrubias que en 24 de noviembre de 978 hicieron el Conde de Castilla y su mujer Doña Ava, donde conceden al monasterio «illa terüa de illa mércalo in Poca, el medietatem in liopozo de illa sale, et solares populatos el per populare». También se nombra Poza en un diploma que expidieron el 12 de diciembre de 1052 el rey D. García VI de Navarra y su esposa Estefanía, acotando los términos del obispado de Valpuesta, propio de la antigua región autrigónica (Cfr. Fita, F.: «Viaje Epigráfico», Boletín de la Real Academia de la Historia», LXVII, 1905, pág. 232).

(5) Llorente, J.A.: op. cit., pág. 191.

(6) Idem. pág. 248.

(7) Real Academia de la Historia, Madrid, 2003.

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