Conservar la memoria de nuestros antepasados

Urcelay«La familia, la actual con la que convivimos y la pretérita formada por nuestros antepasados, constituye nuestro humus vital y nuestro patrimonio hereditario, tanto en el sentido genético como en el de esos valores y costumbres que se transmiten de generación en generación a partir de la educación y las formas de vida.

Podemos así pensar que cada uno de nosotros somos en parte personalidades singulares e inéditas, pero en parte también mimetizamos y recapitulamos rasgos físicos y espirituales del linaje familiar al que pertenecemos, de la tradición familiar en la que estamos insertos.»

A partir de esta creencia, que mi buen hermano Javier expresaba así en la Presentación de la 1ª edición de Urcelay. Memoria de nuestro linaje (2012), ambos nos propusimos, hace ya casi una década,  investigar y recopilar la historia y los recuerdos de nuestra familia, de los que ese librito sería el primer resultado.

Queríamos hacer ese trabajo para nosotros, pero también lo entendimos siempre como un legado para las siguientes generaciones de la familia en el que pudiesen descubrir sus raíces y, en definitiva, esa parte de su identidad que mencionaba Javier.

Una de las viejas fotos familiares que más aprecio y que hemos utilizado para la portada del libro. A principios de los años 30 del pasado siglo, mi padre, mis abuelos y mi bisabuelo, posan, con otros familiares, en el valle de las salinas de Poza de la Sal (Burgos), hoy prácticamente borradas del paisaje (Foto: Archivo Urcelay).

El proyecto nos cautivó desde el primer momento y hemos disfrutado muchísimo persiguiendo datos y viejas fotografías familiares, casi haciendo de cada pequeño hallazgo un descubrimiento único y asombroso. Constatando también que una labor de este tipo es, de por sí, interminable. Cuando menos se espera, aparece otro hilo del que tirar… pudiendo conducirnos, además, a episodios  no  precisamente épicos de la historia familiar, pero que hay que aceptar tal y como fueron.

¡Hasta el siglo XV!

Estas cosas conviene, ciertamente, dejarlas por escrito y bien ordenadas. Por lo que pueda pasar. Por eso ahora acabamos de imprimir la 3ª edición aumentada del libro Urcelay. Memoria de nuestro linaje, destinada a nuestros familiares inmediatos. Satisfechos por haber conseguido llegar ya, en esta ampliación,  hasta nuestros antepasados guipuzcoanos de mediados del siglo XV. Lo que ha sido posible gracias a la localización y revisión de los curiosísimos expedientes de hidalguía de algunos de ellos. Con esta documentación he podido completar también una pequeña monografía sobre La casa y solar de Ucelay o Urcelay en Zumárraga.

Personalmente estoy orgulloso asimismo de haber enriquecido las informaciones sobre las tres generaciones de nuestra familia que, procedentes de Anguiozar (Vergara, Guipúzcoa), arraigaron en Poza de la Sal (Burgos). Confirmando en los archivos municipales, por ejemplo,  que nuestro bisabuelo paterno fue, como vagamente se recordaba en la familia, alcalde de la villa entre 1902 y 1906, además de un hombre recto y un gran emprendedor.  Y es que cualquier oportunidad de reforzar los vínculos pozanos no deja de ser un gozo para el espíritu…

O de haber podido reconstruir en esta 3ª ampliación la Hoja de Servicios completa de nuestro abuelo, con los detalles de su participación, como médico militar, en la campaña de África y en la Guerra Civil. Un capítulo interesantísimo que casi solo conocíamos por viejas fotos de los álbumes familiares.

Mi abuelo, el entonces Teniente Médico Antonio Urcelay, sorprendido por el fotógrafo cuando atendía un herido durante la campaña de África (1916-1926), probablemente en el frente de Melilla en 1919.  Sus labores en la evacuación y atención de heridos, así como su eficacia en la instalación y organización de puestos de socorro, le valieron un buen número de menciones como distinguido y la concesión de diferentes condecoraciones (Foto: Archivo Urcelay).

Una añoranza que es futuro

Creo, en fin, que recopilar la memoria de nuestros antepasados es una experiencia preciosa y emocionante, sin necesidad de hazañas gloriosas y por muy sencillas que hayan podido resultar sus vidas. Recomiendo por eso aventurarse en un trabajo así, armándose de paciencia, a cuantos todavía valoren la conservación de las raíces personales y comunitarias, en un tiempo en el que nuestro estilo de vida invita poco a cultivar la tradición.

Estoy convencido de que ese sentimiento íntimo de piedad hacia nuestra patria familiar es una necesidad del corazón humano de la que todos, antes o después, sentimos nostalgia. Una añoranza que, en el fondo y como escribió Newman, tiene en realidad más que ver con el futuro que con el pasado.

Jaime Urcelay

(Entrada actualizada el 16/07/2020).

 

 

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