Mis lecturas. «Sophie Scholl contra Hitler», de José R. Ayllón

sophie-schollEs una lástima que en España no sea más conocida la historia de La Rosa Blanca, el grupo de jóvenes universitarios que en el Múnich de 1942 se organizó para resistir a Hitler y el nazismo.

Es cierto que ahí están el libro de José M. García Pelegrín (La Rosa Blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler) y la muy recomendable película Sophie Scholl. Los últimos días, pero es poco lo que se ha difundido en español sobre este tema, lleno de unas posibilidades educativas de las que andamos muy necesitados.

Me alegró por ello conocer que un autor siempre interesante, como es José R. Ayllón, se había animado a escribir este librito que lleva por título Sophie Scholl contra Hitler y que acaba de publicar Ediciones Palabra.

En apenas 140 páginas, fáciles de caer en una sola sentada, Ayllón comienza por recorrer, de manera sintética, el contexto histórico de Alemania que explica el ascenso de Hitler al poder, presentando también a la familia Scholl, cuyos hijos Hans y Sophie protagonizarían, con otros jóvenes, la dramática aventura de La Rosa Blanca.

Aparecen después las implicaciones que la incorporación a las Juventudes Hitlerianas tuvo en la generación de los hermanos Scholl. También, en ese ambiente de la juventud alemana, los rasgos de la adolescencia de Sophie, sus lecturas y aficiones, su primer contacto con el catolicismo y San Agustín a través de Otto Aicher, la relación sentimental con Fritz Hartnagel, y las primeras acciones contra su familia por parte de la policía del régimen nacionalsocialista.

Retrato de Sophie Scholl

Serán los párrafos que el autor extracta de los diarios y la correspondencia de Sophie los que nos ayuden a conocer el alma de la protagonista del libro y su camino espiritual e intelectual en unos años de experiencias  fuertes. Una etapa decisiva en la que la joven, dotada de una gran sensibilidad, se desengaña de sus iniciales ilusiones y descubre la maldad del nazismo, primero en la Liga de Muchachas Alemanas (BDM) y después en los dos años obligatorios del Servicio Alemán del Trabajo (RAD) lejos de su hogar. El recorrido culminará con el regreso a la vivienda familiar de Ulm en la Semana Santa de 1941, en la que decide asistir con su hermana Inge a la celebración de la Pascua católica.

El círculo de amigos de Hans en Múnich

En 1942, Sophie inicia sus estudios de Biología y Filosofía en la prestigiosa Universidad Ludwig Maximilians, en Múnich. En esta ciudad entrará en contacto con el círculo de amigos de su hermano Hans, que comparten amplias inquietudes culturales y compromiso frente al totalitarismo: Alexander Schmorell, Christoph Probst y Willi Graf. Frecuentará también a los mentores intelectuales del grupo, los amigos mayores: Carl Muth, Kurt Huber y Theodor Haecker, cuyas principales propuestas filosóficas, religiosas y políticas repasa Ayllón en las páginas centrales del libro.

En esta pequeña comunidad, asentada en la amistad y la cultura, nacerá La Rosa Blanca. El detonante se produjo cuando en una reunión en junio de 1942 en la casa del profesor Huber, a la que no asistió Sophie, se habló de los crímenes en masa de Alemania en Polonia. Entonces, escribe Ayllón, se discutieron opciones y pareció viable crear un movimiento consagrado a difundir la verdad y sabotear la mentira. El medio sería el mismo que se utilizó con las homilias del obispo von Galen: multiplicar hojas informativas para despertar conciencias de tantos alemanes que, hartos ya del mal, solo necesitaban una señal para empezar a actuar.

La primera hoja clandestina llevó por título La Rosa Blanca y se iniciaba con estas palabras:

Para un pueblo culto, nada es más indigno que dejarse gobernar por una camarilla irresponsable guiada por oscuros instintos. ¿No es verdad que todo alemán honesto se avergüenza de su gobierno?

Se apelaba después a la resistencia de cada ciudadano «como representante de la cultura cristiana y occidental».

En las siguientes semanas los jóvenes universitarios redactarán y difundirán clandestinamente otros tres panfletos más, en los que está muy presente la apelación a las verdades cristianas sobre el bien común de la nación o sobre el misterio del mal.

rosa-blanca-2

Estación de tren de Múnich. Junio de 1942

La experiencia de la guerra en el frente ruso

El 23 de julio, tres de los inseparables amigos -Hans, Alexander y Willi- tienen que incorporarse al frente ruso. Los jóvenes soldados se darán ahora de bruces con la durísima realidad de la guerra, completando de esta forma su propia madurez y el entendimiento del sufrimiento en clave cristiana.

Sophie abandonará asimismo Múnich para trabajar en una fábrica de tornillos en la ciudad donde reside su familia, Ulm. También ella, que tiene que asistir a la condena a cárcel de su padre -acusado de actividades antipatrióticas-, completa ahora su camino espiritual. Dios, explica Ayllón, es ya el gran interlocutor en su diario:

Dios mío: solo consigo balbucear cuando me dirijo a Tí. Solo sé presentarte mi corazón, al que mil deseos quieren apartar de Tí.

Dios mío, te lo ruego: quítame mi frivolidad y mi voluntad egoísta, que quiere aferrarse a las cosas dulces y pasajeras; yo no puedo, soy demasiado débil.

En noviembre de 1942 los amigos se reencuentran de nuevo en Múnich y poco después, ya en enero de 1943, empiezan a llegar noticias de las derrotas del ejército alemán en el invierno ruso. Hans, Alexander y Willi escriben entonces el quinto manifiesto, del que hicieron 9.000 copias que el grupo repartió por diferentes ciudades.

Detenidos en la Universidad

En febrero llegará el desastre de Stalingrado y con él el sexto y último de los manifiestos de La Rosa Blanca, redactado en este caso por Huber.

A pesar del peligro que suponía, Hans y Sophie Scholl decidieron distribuir por la mañana las hojas también en los pasillos vacíos de la Universidad, aprovechando que los alumnos estaban en clase.

Cuando lanzaban por las escaleras las hojas sobrantes, los hermanos Scholl fueron sorprendidos y conducidos a la sede central de la Gestapo, donde, ante el instructor Robert Mohrs, se llevaron a cabo los impactantes interrogatorios que aparecen en la ya citada película Sophie Scholl. Los últimos días.  Sophie niega inicialmente las acusaciones  para después asumir plenamente la colaboración con su hermano, a quien en el momento de la detención encontraron en el bolsillo un borrador del texto de la última hoja.

Hans Scholl, Sophie Scholl y Christoph Probst

Sophie demostrará en su declaración una nobleza y una entereza que cautivaron al propio Mohr, como bien se pone de manifiesto en la versión cinematográfica de los interrogatorios:

Sigo opinando que he hecho lo mejor para mi pueblo, precisamente en este momento. Por eso no me arrepiento de mis actos y asumo toda la responsabilidad.

Monumento en el suelo a La Rosa Blanca, frente a la Universidad de Múnich

Condenados a la guillotina

Juzgados junto con el ya también detenido Chistoph Probst por el Tribunal Popular, presidido por el fanático magistrado Roland Freisler, son condenados a muerte bajo la acusación de «alta traición».

En la postrera visita de sus padres en la cárcel, Sophie les dirá con una sonrisa que está contenta por haber llegado al final de un camino que ha elegido libremente. Pide también a su madre que rece por ella. A su novio Fritz, combatiente en el frente del este, le escribe:

En La Rosa Blanca he aprendido que se debe luchar para ser libre. Nada es gratis. Cuando el conserje nos detuvo a Hans y a mí con el maletín vacío, supe que era el final. Quiero que seas valiente. Contigo he pasado los momentos más bonitos de mi vida. Nunca olvidaré tu valía. Ahora no puedo encontrar las palabras adecuadas. Me has hecho afortunada. te quiero para siempre. He visto a mis padres por última vez. Me gustaría que quedases con ellos y que mi lucha es lo mejor que he hecho. Te quiero hasta la eternidad. Tu Sophie.

El 22 de febrero los tres jóvenes fueron guillotinados. Sophie, que aun no había cumplido los ventidos años, fue la primera, a las cinco de la tarde. El último fue Christoph, quien se había acercado al catolicismo a través de sus amigos de La Rosa Blanca. En la celda en la que aguardaba la muerte pidió el bautismo y la primera comunión.  Su última carta fue para su hermana Angelika:

No imaginaba que morir fuera tan fácil. Me muero sin odio. No olvides nunca que la vida no es más que un crecimiento en el amor y una preparación para la eternidad.

Hasta aquí el resumen del relato de Ayllón sobre Sophie Scholl y La Rosa Blanca, una estimulante historia de compromiso y coraje cívicos que nadie debiera desconocer y que el autor completa, ya en las páginas finales del libro, con una recapitulación de lo ocurrido con el resto de sus protagonistas y una útil cronología.

Jaime Urcelay

(*) Ediciones Palabra, Madrid, 2016. 140 páginas.

Sobre otros libros relativos a la resistencia en Alemania contra el nazismo, una de mis áreas de interés histórico, he escrito anteriormente estos comentarios:

Qué haría hoy von Galen.

Cristianos contra Hitler

Aunque todos consientan, yo no

 

 

 

 

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