Poza de la Sal en la pintura. Nuevas aportaciones

Puerta del Ayuntamiento o del Peso, desde la calle La Red. Autor: Antonio Cantero.

Pese a su importancia histórica y bien ganada fama de villa pintoresca, no deja de ser llamativo que Poza de la Sal (Burgos) carezca prácticamente de huellas iconográficas en el pasado.

Tampoco los pintores contemporáneos, más o menos consagrados, han prestado particular atención a nuestro pueblo y sus paisajes, tan singulares y atractivos. La excepción estaría representada por dos burgaleses –Marceliano Santa María y Fortunato Julián-, a cuya obra pozana ya he dedicado sendas entradas en este blog. A ellos habría que sumar, al menos, a otros tres artistas cuya pintura de Poza se ha señalado en algún momento y que, por mi parte, están aún pendientes de exploración: el pancorbino Delfín Gómez Grisaleña, el burgalés Román García Rodrigo y el paisajista guipuzcoano Julio Galarta Bengoa.

Otros creadores de nuestro entorno cercano, menos conocidos o simples aficionados, han dedicado también su pinceles a Poza. Nuestros paisanos recordarán, por ejemplo, las exposiciones realizadas en la villa por Antonio Tamayo -pozano de nacimiento, que ha publicado una parte de su obra en un entrañable libro de memorias personales– o por Begoña Eizaguirre, hija del fotógrafo bilbaíno Ramiro Eizaguirre y de la pozana Pilar Quintana.

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«Noticia de las salinas de Poza» (1851), del ingeniero Pío Jusué y Barreda

Pío Jusué y Barreda

El abogado, ingeniero de minas y músico Pío Jusué y Barreda (Torrelavega, Cantabria, 1815-1896), autor de la Noticia de las salinas de Poza (1851) (Dibujo publicado en el diario El Cantábrico, 04/12/1898).

La Noticia de las salinas de Poza (1851) [1], del notable jurista e ingeniero de minas Pío Jusué y Barreda, es uno de los poco conocidos trabajos de tipo técnico publicados a mediados del siglo XIX sobre las salinas de Poza de la Sal (Burgos), cuando éstas alcanzaban un alto rendimiento productivo [2].

Se trata, como en el caso de las informaciones debidas a otros tres relevantes ingenieros de minas –Felipe Naranjo y Garza (1841) [3], Sergio Yegros y Fernández Campos (1852) [4]  y Mariano Zuaznavar Arrascaeta (1876) [5]-, de la mirada de un experto técnico a la configuración física y la ancestral forma de explotación de las salinas pozanas, cuyo origen se pierde en el tiempo y que fueron, junto con las de Añana (Álava), las más importantes del norte de España.

Y, como en los otros casos mencionados, el interés del informe del ingeniero Jusué es doble. De un lado, nos aporta datos muy valiosos para conocer, además de los aspectos geológicos del singular diapiro, cómo era el Salero pozano en esa época, todavía de esplendor. Poco después, por diversos factores y la eliminación en 1868 del estanco real de la sal, se iniciaría un declive que, muy patente ya en el comienzo del siglo XX, acabó por conducir al completo abandono, en la dácada de 1960-1970, de las que habían sido Reales Salinas de Poza [6].

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