¿Puede añadirse algo que no se haya dicho todavía sobre el colapso del coronavirus? Poco, desde luego. Pero quizá están faltando -o quizá lleguen después, primum vivere deinde philosophari– perspectivas que propongan una reflexión de más hondura sobre el fenómeno.
Algo que es imprescindible en estos tiempos de postmodernidad nihilista y de posthumanismo en los que, como seres humanos, endiosados y deslumbrados por el poder de la tecnología, nos sentíamos capaces de alcanzar cualquier deseo, incluido el de la inmortalidad.