Hace algunos años y gracias a la invitación de Manos Unidas, tuve el honor de participar como ponente, en representación de Profesionales por la Ética, en un Curso de Verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo dedicado al tema “Los Objetivos de Desarrollo del Milenio y la implicación de la sociedad civil”.
Sin dejar de destacar todo lo que de positivo supusieron los Objetivos del Milenio para el 2015 como gran esfuerzo universal por el desarrollo, impulsado por Naciones Unidas, en la ponencia plantee algunas críticas razonadas al modo como entonces se estaba llevando a cabo el despliegue de dicha iniciativa. Y una de estas objeciones se centraba en la omisión sistemática de la familia, a pesar de la evidencia de que se trata del espacio y la palanca social básica para el desarrollo humano en cualquier ámbito, tanto material como moral.
Pasado el tiempo y cuando el desafío es ahora la definición de los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible y de la agenda internacional del desarrollo post-2015, no tengo la impresión de que dicha carencia haya sido corregida con la contundencia que su importancia demanda.
Con todo, sí creo que debe llamarse la atención sobre el importante paso que el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas dio el pasado mes de julio, durante su 29 sesión en Ginebra. Un avance que, sin embargo, pasó casi completamente desapercibido para los medios de comunicación. Me refiero a la aprobación el 3 de julio de 2015, por una amplia mayoría, de la Resolución titulada “Protección de la familia: la contribución de la familia a la realización del derecho de sus miembros a un estándar adecuado de vida, particularmente a través de su rol en la erradicación de la pobreza y la consecución del desarrollo sostenible”, a la que en su momento se refirió Profesionales por la Ética (ver El Consejo de Derechos Humanos de la ONU vota a favor del apoyo a la familia natural por su contribución al desarrollo sostenible).
Esta Resolución, que coincidió con la conmemoración del 10º Aniversario del Año Internacional de la Familia, tiene antecedentes inmediatos muy claros en otras decisiones e iniciativas recientes de Naciones Unidas y, por supuesto, cuenta con un marco claro y coherente en los propósitos y principios de la Carta de Naciones Unidas y en la Declaración Universal de Derechos Humanos, entre otros instrumentos. Y es llamativo que en uno de sus párrafos iniciales se exprese, de forma muy explícita, la preocupación del Consejo de Derechos Humanos por el hecho de que “la contribución de la familia en la sociedad y en la consecución de las metas de desarrollo continúe siendo ampliamente minusvalorada y poco destacada (…)”.
A partir del reconocimiento y reafirmación de que de que “la familia es el grupo social natural y fundamental de la sociedad merecedor de protección por la sociedad y el Estado”, el documento es, ciertamente, muy completo y alcanza un grado de concreción suficiente para implicar -como el propio documento pide vigorosamente-, tanto a la propia Naciones Unidas como a los Estados miembros y a las organizaciones e instituciones de la sociedad civil sinceramente comprometidas con el desarrollo social, con un verdadero impulso a todos los niveles de la promoción y protección de la familia.
Creo, en definitiva, que merece la pena trabajar a fondo el contenido de esta Resolución y aprovechar todo su potencial de humanización. Profesionales por la Ética, por de pronto, la ha seleccionado para su presentación detallada en el importante Anuario Corresponsables 2016.
Jaime Urcelay
Publicado en el blog de Profesionales por la Ética http://www.profesionalesetica.org/2015/09/familia-y-desarrollo-la-onu-abre-los-ojos-una-reflexion-de-jaime-urcelay/
PS (19/09/2015): Leo esta mañana en el periódico unas preciosas palabras del Papa Francisco en la audiencia general que dan idea de cómo la contribución de la familia va aun más allá de lo que normalmente se entiende por desarrolo: ante “(…) la subordinación de la ética a la lógica del provecho (…) la familia es la única estrategia posible para defenderse”. “(…) La comunidad conyugal del hombre y la mujer es la gramática generativa, el nudo de oro. Dios no ha encargado a la familia que cuide una intimidad para sí misma, sino el emocionante proyecto de hacer ‘doméstico’ el mundo”.