«El puente de los espías»: toda persona importa

ElpuentedelosespiasEn un tiempo en el que pareciera que la apelación a la moral es algo represivo y reaccionario, Steven Spielberg nos propone en El puente de los espías (2015) una bien trabada parábola sobre la integridad personal y la fidelidad a la conciencia más allá de cualquier adversidad.

Ambientada en la guerra fría entre norteamericanos y soviéticos de los años 50, se trata de una película de espías poco convencional -basada en hechos reales- y de gran calidad cinematográfica, como corresponde a un director de la talla y la madurez de Spielberg.

El guión es de Matt Charman y de los hermanos Ethan y Joel Coen. Sos sus principales actores Tom Hanks, quien interpreta al abogado James Donovan, y Mark Rylance, en el papel del espía soviético Rudolf Ivánovich Abel. Rylance obtuvo el Óscar al mejor actor de reparto, un título que me encantaría revalidase por su reciente y espléndida interpretación en Dunkerque (Chistopher Nolan, 2017).

Cine de virtudes

El puente de los espías es cine bueno y es cine de virtudes de las que aprender. El abogado Donovan, como el abogado Atticus Finch de la clásica Matar a un ruiseñor (Robert Mulligan, 1962), encarna al hombre común que, sin buscarlo, se convierte en héroe anónimo por su perseverancia en afirmar y defender la verdad y la justicia, a pesar de la incompresión e incluso la hostilidad de los que le rodean.

Donovan es también un buen modelo de humanidad en su aproximación a los problemas y las decisiones. Muestra como detrás de cualquier situación hay personas concretas, de carne y hueso, valiosas por sí mismas, que merecen una atención preferente sobre cualquier otra pretensión, por sublime que parezca.

En sendos diálogos, referido uno al espía ruso y el otro al desconocido estudiante prisionero en el Berlín comunista -en cuyo canje se empeña contra viento y marea-, repetirá la frase que sintetiza su comportamiento a lo largo de la historia: toda persona importa.

Mantenerse firme

Me ha llegado mucho también, desde la primera vez que vi esta película, el personaje del espía ruso. Se trata de un hombre entrañable, que sabe cumplir de manera sencilla con su deber, manteniéndose siempre firme y sin dejar que nada le altere ni le haga perder la paz. La escena en la que relata a su abogado la historia del Stoikiy mujik, su inspiración vital, es realmente memorable.

Muchos otros aspectos podrían comentarse de esta película pero hay especialmente dos que, a mi juicio, rematan su mensaje positivo y humanizador: de un lado, la empatía entre el abogado norteamericano y el espía soviético y, de otro, el espacio que Spielberg reserva para los detalles de la familia del protagonista.

Una película, en resumen, muy recomendable.

Jaime Urcelay

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