La epidemia de cólera de 1855 en Poza de la Sal, en la prensa de Madrid

Escudo G Diego

(Dibujo de G. Diego)

Las grandes epidemias de enfermedades infecciosas fueron todavía comunes en España durante el siglo XIX y principios del XX. Una de las más importantes fue la epidemia de cólera morbo de 1855, cuyos efectos devastadores afectaron sobre todo a las zonas del interior. Dejó 230.000 muertes.

De su paso por Poza de la Sal da debida cuenta, con su habitual exhaustividad y rigor, Feliciano Martínez Archaga en su Poza de la Sal y los pozanos en la Historia de España. Su saldo, afirma, fue de 185 muertos amén de otros horrores de hogares rotos y niños huérfanos.

Debemos tener presente que Poza estaba por aquel entonces entre de las poblaciones con mayor número de habitantes de la provincia de Burgos. Madoz, en su Diccionario Geográfico, da para el año 1845 la cifra de 651 vecinos y 2006 habitantes, lo que situaba a Poza como la tercera población de la provincia en número de vecinos -solo por detrás de la capital y Aranda-  y la séptima en cuanto a habitantes -la superaban Burgos, Aranda, Roa y, sin apenas diferencia, Briviesca, Castrogeriz y Melgar-. Nada que ver, por tanto, con la situación actual.

La España

En el diario La España

Buscando noticias de Poza en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional, me sorprendió toparme con este episodio de la historia de nuestra villa en la edición del diario La España del 25 de octubre de 1855. Se trata de una cabecera que se editó en Madrid desde 1848 a 1868 por Pedro Egaña y Francisco Navarro Villoslada y que había prácticamente sucedido al desaparecido El Español,  el gran diario del moderantismo liberal vinculado a la regente María Cristina.

La crónica, fechada en Poza el 21 de octubre, procede de nuestro corresponsal y contiene algunas informaciones  curiosas que paso a resumir.

Sin dejar de poner énfasis  -con el lenguaje retórico y  altisonante de la época- en las terribles consecuencias sobre los habitantes de Poza del mortífero soplo de la asoladora epidemia, la crónica destaca en primer lugar, como consuelo en medio de tanta tragedia, que el ayuntamiento, cabildo eclesiástico, y las juntas de sanidad y beneficencia rivalizaban en disponer y facilitar toda clase de auxilios a los invadidos. El médico (…) se multiplicaba (…) acudiendo solícito a todas partes, y su oportuna y asidua asistencia ha salvado multitud de atacados.

Ignacio Ellacuriaga, un héroe a recordar

Continúa el corresponsal haciendo una especial mención de la conducta del entonces Administrador de las Salinas, Ignacio Ellacuriaga, quien sin interés de ningún género, e impulsado por sus nobles, humanitarios y elevados sentimientos, ha asistido a cuantos casos han ocurrido, prestando con la mayor abnegación toda clase de servicios, inclusos aquellos más peligros y repugnantes.

Otra circunstancia destacable para La España fue la celebración de una novena a la Augusta Divinidad Sacramentada cuando el cólera estaba en su mayor y más completo desarrollo. Y dice la crónica que el mismo día que aquella dio principio y en que todo el pueblo acudió presuroso y lleno de fe a postrarse ante el Supremo Hacedor (…), la epidemia, hasta entonces tan cruel, tomó de pronto un carácter benigno e inofensivo, digámoslo así, que conservó después hasta su desaparición. Era un espectáculo el mas tierno e interesante ver a este pueblo agruparse de día y de noche en el templo del Señor, creyéndole un asilo seguro e impenetrable para el aterrador huésped; y su fe ha sido altamente recompensada; pues el número de víctimas ocasionadas por la epidemia no ha llegado a noventa, cifra insignificante en razón del numeroso vecindario, y de la extremada miseria en que le ha sumido el partido progresista que desgraciadamente nos gobierna.

Las pullas al partido progresista, adversario político de quienes regían el periódico, continúan después en los párrafos finales de la misma crónica, ya sin referencias a Poza.

Estampa Foto Fede

Antigua estampa de la Virgen de Pedrajas (Foto: Fede)

Romería en Pedrajas y toros

De los comportamientos heroicos de los vecinos de Poza durante la epidemia -entre ellos, el de Ignacio Ellacuriaga, Administrador de Salinas-  hay constancia en algunas actas de las reuniones del Ayuntamiento de Poza de aquellas fechas, según pude comprobar en el Archivo Municipal. La corporación, en efecto, acordó reconocer y gratificar a esos vecinos, quizá, como escribe Don Feliciano, para dar en rostro a los muchos de sus moradores que en plena epidemia huyen despavoridos del pueblo, sin rumbo (…).

Y cuenta también Don Feliciano  -ratificando así lo que dice la crónica del diario sobre el arraigado recurso de los pozanos al auxilio divino en medio de sus calamidades-  que fue tal la psicosis de terror y desánimo en el pueblo, que el 7 de enero de 1856 se resolvió, como remedio, llevar en procesión a la Virgen de Pedrajas a su Santuario y dar una fiesta de toros que borre en el pueblo los tristes recuerdos y proclame ante las gentes de la comarca que todo ha terminado y que la vida comienza de nuevo.

Recuerdo y agradecimiento

Ciento sesenta años nos separan de aquellos momentos terribles de la epidemia de cólera de 1855, en los que la muerte y el miedo se apoderaron de Poza y otros muchísimos lugares de nuestra España (1).

Gracias a Dios, las condiciones sanitarias hoy en Europa son muy distintas y eso nos hace ver aquel episodio como algo muy remoto. Pero al igual que debemos hacer hoy con los héroes que están poniendo en riesgo su vida en el servicio a sus semejantes en África y otros lugares del mundo, luchando contra la epidemia del Ébola y otras enfermedades, no está de más, aunque sea de forma solamente testimonial, recordar y agradecer hoy a aquellos héroes, en su mayoría anónimos, de la epidemia de 1855.

La España publicó uno de sus nombres, el de Ignacio Ellacuriaga, y su corresponsal en Poza escribió entonces: Este pueblo no olvidará jamás tan noble comportamiento, y el nombre de don Ignacio Ellacuriaga será siempre pronunciado en Poza con agradecimiento.

Así he querido hacerlo, de manera modestísima, a través de este escrito.

Jaime Urcelay

(1) En relación también con Poza y la epidemia de cólera-morbo, hay otra anécdota de la que dejar constancia. Cuando se temía que la enfermedad invadiese España, la Dirección General de Rentas Estancadas dispuso que se elaborasen ladrillos de sal-piedra en esta salina (la de Poza), para que pudieran utilizarse como uno de los medicamentos indicados contra aquella maléfica enfermedad. Los ladrillos se expedían en la administración de rentas de esta villa, según publicaba en los periódicos oficiales el 26 de septiembre de 1844 el Administrador general de las Salinas de Poza y subalternas, a la sazón Pablo Roda (vid. Boletín Oficial de la Provincia de Palencia núm. 115, de 2 de octubre de 1844).

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