En las dos anteriores partes de esta entrada se han publicado diez fotografías antiguas de las salinas de Poza de la Sal (Burgos), procedentes de los fondos de los fotógrafos burgaleses Virgilio Soto Cornejo y Cirilo Saiz Moreno, recientemente digitalizados por el Archivo de la Diputación Provincial de Burgos.
Los seguidores de este blog habrán podido comprobar que se trata de imágenes de buena calidad, en las que descubrimos un paisaje sorprendente del Salero pozano, tal y como podía contemplarse entre los años 1941 y 1974, es decir en el periodo de decadencia que precedió a su borrado en apenas diez años.
Junto a esa dimensión paisajística de estas fotografías, hasta ahora inéditas en su mayoría, hay otra más directamente humana. En efecto, a través de quienes aparecen en algunas de esas imágenes haciendo la sal, podemos evocar, no ya solo un tipo de trabajo milenario, a la vez duro e ingenioso, que el tiempo ha extinguido y que hoy nos asombra, sino también una forma de vida -para los hijos de Poza, la más nuestra– desarrollada alrededor de la sal. Como Cristina Puente, presidenta de la Asociación de Amigos de las Salinas de Poza de la Sal, ha comentado en redes sociales, a propósito de estas entradas, las imágenes unidas al texto nos ayudan a entender y sobre todo proteger nuestro legado.
Llegamos así a esta tercera y última entrega. En ella comparto una nueva selección de cinco imágenes, en este caso solo de Virgilio Soto, en las que, una vez más, nos interpelan y enamoran las dos dimensiones apuntadas: paisaje y personas; tierra y pueblo. Las descripciones, como en las entregas anteriores, se basan en la obra de referencia de Eduardo Sáiz y la paciente ayuda de Martín Barcina, que no puedo dejar de agradecer.
11. Virgilio Soto: «Vista general de las Salinas de Poza de la Sal». Fecha: 20/08/1974 (ADPBU – VS – 04537).
Términos o valles de Lines y Trascastro, los más alejados de la población, en el lado sur del Castellar.
Resulta imponente la visión de las grandes moles de rocas de ofita de lo alto del Castellar, un tipo de mineral de gran dureza utilizado profusamente en la construcción de las salinas y en el empedrado de las calles de Poza. El espectacular promontorio, que se eleva 1011 metros en su punto más alto, está situado en el centro del gigantesco cráter, manifestación del diapiro. Este raro fenómeno geológico explica la emergencia, a no gran distancia de la superficie, de la gran masa de sal mezclada con una capa arcillosa.
Más al fondo, la cadena montañosa del contorno de dicho cráter en su lado norte.
12. Virgilio Soto: «Vista general de las Salinas de Poza de la Sal». Fecha: 20/08/1974 (ADPBU – VS – 04555).
Otra perspectiva de las salinas del valle de Trascastro, en la parte sur del Castellar.
Estas granjas las trabajaban en los últimos tiempos Félix Tamayo (“Peludo”), su prima Valentina Tamayo y Paulino Tamayo Fernández (“Marquitos”).
A la izquierda, al pie del chopo, se aprecia el casetón de la caña del Linar, en la zona de minerales de La Nava. Las cañas eran una parte muy importante del procedimiento autóctono utilizado en Poza, desde tiempo inmemorial, para la explotación de la sal. Se trataba de pozos verticales, de entre 8 y 30 metros, que comunicaban con el exterior las galerías subterráneas por las que, aprovechando las pendientes, se hacía correr el agua dulce que, lamiendo las balsadas de sal, se convertía en muera, es decir en agua con una alta densidad salina. En el Salero se excavaron multitud de cañas, que estaban cubiertas por un pequeño casetón, como el señalado en la fotografía de Virgilio Soto. En la época final del abandono de las salinas existían un total de 32 cañas, según documentó Eduardo Sáiz1.
13. Virgilio Soto: «Vista general de las Salinas de Poza de la Sal». Fecha: 20/08/1974 (ADPBU – VS – 04536).
Con el castillo de los Rojas al fondo, se trata de otra mirada a las granjas del valle de Lines, al sur del Castellar, que trabajaron al final, como ya se ha comentado a propósito de la foto número 6 de la segunda parte de esta entrada, Marino Tamayo («Pichelis») y su mujer «Pura». Fue el penúltimo granjerío en ser abandonado.
En la fotografía se aprecia también -en el borde derecho, hacia arriba, ya del otro lado de La Torca- el valle de El Pajar. Es un lugar significativo pues en él parece que hay que situar un episodio poco conocido de la historia de las Reales Salinas de Poza. En el año 1776 su Administrador permitió que se instalasen en las granjas de dicho valle, propiedad de la Hacienda Real, las infraestructuras necesarias para la elaboración de sal a fuego, es decir, para sustituir la trabajosa evaporación natural por la evaporación forzada en calderas de hierro.
Está documentado el rechazo enérgico de esta iniciativa por parte tanto de la Comunidad de Herederos de las Salinas como del Concejo de Poza, al considerar que semejante procedimiento supondría la ruina total para la villa y los pueblos comarcanos2. El Concejo recurrió al Marqués de Poza para que elevase una súplica al mismísimo Rey. En 1851, el ingeniero Pío Jusué Barreda volvería a proponer esta solución para superar el primitivismo y la ineficiencia de la forma de explotación de las salinas pozanas (ver «Noticia de las salinas de Poza» (1851), del ingeniero Pío Jusué y Barreda).
En la parte inferior destacan también, cuando se amplía la imagen, la huella de los cuatro enormes pozos en línea y las eras de la granja de La Tamaya, la más grande que tuvo la Hacienda Real en Poza.
14. Virgilio Soto: «Caballería cargada junto a las Salinas de Poza de la Sal». Fecha: 20/08/1974 (ADPBU – VS – 04508).
Dos machos (nombre que se daba en Poza a los mulos), acarrean cada uno de ellos cuatro haces, bajando por el camino que ataja desde la caña del motor hasta la vuelta cerrada de la carretera encima del Rusalado. Procederían de las tierras de labrantío del Páramo o de las de la parte oeste del Castellar, dirigiéndose a las eras de trilla cercanas al pueblo.
En frente, el Camino de La Magdalena y las granjas que trabajaban Francisco García Güemez (“Gaitero”) y el ya referido “Marquitos”. Recuerdo bien que en dicho Camino admirábamos, todavía en los primeros 70, los restos de lo que la tradición consideraba tramos de una calzada romana, quizá la antigua vía Briviesca-Amaya, coincidente con el camino de la sal entre Poza y los alfolíes de León3.
15. Virgilio Soto: «Hombre con palas de madera (regaderas), en una calle de Poza de la Sal». Fecha: s/f. (ADPBU – VS – 04746).
Se identifica fácilmente al veterano salinero Máximo Ruiz («el Hornero») posando, según me confirma Cristóbal Cuevas, en el final de la calle Mayor de Poza, casi llegando ya a la calle Bajera, justamente donde él tenía un horno de cocer pan, adosado al arruinado arco de la Puerta de la Verónica, Norte o de la Fuente, que con los tres nombres se ha conocido, en el lienzo norte de la muralla.
La foto no está fechada, pero es posible que sea de agosto de 1974, como las anteriores a las que acabo de referirme. En este caso hay que decir que no es realmente inédita, ya que un vecino de Poza adquirió en su momento una copia en papel, descubierta recientemente, en la que no consta la autoría. Fue publicada en el Programa de las Fiestas de San Cosme y San Damián de 2024.
A Máximo ya le conocimos, aunque de espaldas, en la imagen número 8 de la segunda parte de esta entrada. Aquí muestra al fotógrafo cuatro regaderas, uno de los aperos más singulares y representativos utilizados para hacer la sal en Poza. Tal y como la describe Eduardo Sáiz en su estudio de referencia sobre las salinas pozanas4, consistía este apero en un cuenco ancho y de poco fondo, de unos 40 cm., tallado en madera de haya, con un mango recto y muy largo. Ambas piezas se unían con una ligadura de piel o cuerda, evitando elementos metálicos que pudieran oxidarse.
Con la regadera se realizaba, como hemos visto en algunas de las fotos, la regadura de la era con muera. Se trataba de un proceso laborioso, no solo por la destreza con la que había que lanzar el líquido al aire desde el arquetón, sino también por la cuidadosa elección de la cantidad y el momento en que debía hacerse, en función del calor de la superficie de la era, el grado de la muera, el viento y la velocidad de evaporación que imponía el Sol. Había que encontrar, en definitiva, lo que los salineros llamaban el punto. Era pura sabiduría ancestral, transmitida de padres a hijos.
Conclusión: una vieja filosofía de la vida
Llegamos así al final. Y nada mejor que esa imagen de Máximo Ruiz para concluir esta entrada en tres partes, dedicada a las fotografías inéditas sobre las salinas de Poza producidas por Virgilio Soto y Cirilo Saiz. Los salineros son, aparezcan o no, sus indiscutibles protagonistas. Y el señor Máximo es uno de los más emblemáticos representantes de esa larguísima cadena, en su mayor parte anónima, de admirables seres humanos que llegó hasta el abandono de los trabajos en 1974 o 1975. Nacido con el siglo, Máximo dedicó toda su larga vida al penoso trabajo de la sal, recibiendo a cambio, durante su juventud, jornales de miseria. No le pesó y fue capaz de conservar todavía en la vejez el buen ánimo, el orgullo por lo que era e hizo y, sobre todo, la alegría de vivir.
De la conmovedora grandeza humana de Máximo Ruiz dio testimonio en 1983 la Asociación de Amigos de Poza de la Sal, origen de la que luego sería nuestra querida Asociación de Amigos de las Salinas de Poza de la Sal, en uno de sus Retratos pozanos. De ese breve texto sobre uno de los pocos supervivientes de los tiempos heroicos de las salinas, siempre me ha resonado la vieja filosofía de la vida de esta tierra [Poza] que Máximo Ruiz observaba y con la que concluyo estos tres artículos, que quisiera sirvieran también de modesto homenaje a todos aquellos hombres y mujeres:
Trabaja, haz el bien que puedas, ten un duro en el bolsillo, sirve a tus amigos y perdona a tus enemigos, que la vida son cuatro días, y, al final, solo quedan las buenas obras para ser premiadas por Dios5.
Jaime Urcelay
Para leer la 1ª parte de esta entrada, pinchar aquí. Para la 2ª parte, pinchar aquí.
NOTAS
- Sáiz Aldama, E.: Las salinas de Poza de la Sal, Diputación Provincial de Burgos, Burgos, 1989, pág. 43. ↩︎
- Un escrito de la Comunidad de Herederos sobre este problema, dirigido al Concejo, se encuentra en el Archivo Municipal de Poza de la Sal, Sig.: 6.4.2.3-96. Año 1776. El del Concejo de Poza al Marqués fue transcrito, sin dejar constancia de la fecha, en el documento mecanografiado anónimo «Datos y noticias de la Villa de Poza de la Sal (Archivo civil). Años 1581 al 1867», pág. 16. En el Archivo de las Salinas de Poza se conserva también el requerimiento de la Comunidad de Herederos al Administrador de las Salinas, de fecha 8 de mayo de 1776 (Sig.: S-096). ↩︎
- Hay dos fotografías en Abásolo, J.A.: Comunicaciones de la época romana en Burgos, Diputación Provincial de Burgos, Burgos, 1975, Lámina LXVI. Una de ellas, fue incorporada a Cuevas, C. y Urcelay, J.: Poza de la Sal. Retorno al origen. La identidad de la villa burgalesa a través de la fotografía antigua, Segovia, 2021, pág. 34. ↩︎
- Sáiz Aldama, E.: op. cit., págs. 65 y ss. ↩︎
- A.A.: «Retratos pozanos», Boletín Informativo de la asociación cultural Amigos de Poza de la Sal, enero de 1983, pág. 4. ↩︎






Buen trabajo. Siempre aportando luz a nuestro patrimonio salinero. Gracias Jaime
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Muchísimas gracias a ti, Pablo. No es nada comparado con la inmensa labor que personas como tú lleváis haciendo muchos años.
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