En la primera parte de este artículo traté de explicar el concepto de liderazgo, partiendo de una conocida definición de James McGregor Burns.
Me propongo ahora aclarar la cuestión del perfil del líder, es decir identificar cuáles son las características de quienes ejercen un auténtico liderazgo, con el enfoque ético o servidor que hasta ahora he pretendido presentar.
Para avanzar correctamente en este tema conviene antes establecer algunas premisas.
La primera es que las características necesarias en un líder pueden variar mucho según cuál sea su misión y las circunstancias en las que tiene que ejercer su liderazgo. No lo perdamos de vista.
Tengamos en cuenta también que nadie termina su carrera de liderazgo. El líder es consciente de sus limitaciones, es humilde, y sabe que siempre está aprendiendo, tratando de mejorar. Si deja de aprender, deja de ser líder.
Y tercera: «¿cualidades o habilidades?». Respuesta: fundamentalmente cualidades (ojo: ¡normalmente se pueden adquirir!), pero también habilidades y conocimientos. Las dosis –hay que insistir- dependerán en parte de cuál sea la misión del líder y en qué contexto tiene que ejercer su liderazgo.
Perfil del líder
Simplificar en este asunto no es fácil, pero este es el esquema que voy a desarrollar:
SENTIDO DE LA MISIÓN. Es la característica central del liderazgo, la que articula e integra el resto de características.
El líder tiene ideas claras sobre lo que hay que conseguir. Está convencido; es más, lo siente de manera apasionada. Tiene una ambición vital. Y con su palabra y, sobre todo, su ejemplo, es capaz de transmitir a otros esa misión, hasta que también ellos llegan a identificarse con ella y hacerla propia.
El líder sabe, además, que la misión se tiene que convertir en acción.
Características y virtudes como la magnanimidad (=grandeza y elevación de ánimo), la generosidad y el amor a los demás, el patriotismo, el sentido de la responsabilidad, la creatividad, la sensibilidad, el sentido del compromiso, la sana rebeldía, la coherencia personal, etc., serán los pilares en los que crezca ese sentido de misión.
VIRTUDES PERSONALES (“carácter”). Son esas cualidades de la inteligencia, la voluntad y el corazón que constituyen la verdadera esencia del liderazgo.
Se lidera sobre todo a través del ejemplo; a través de la coherencia y la honestidad personal; el respeto profundo a los demás; la entrega y el sacrificio; la humildad para aprender y dejarse ayudar; la fortaleza para aguantar cuando llegan los problemas y las adversidades; la firmeza y a la vez la adaptabilidad; el autodominio; la prudencia…
Es decir, un conjunto de virtudes que a veces tienen una cierta base temperamental (las hemos recibido) pero que sobre todo se adquieren practicándolas. Se es generoso, por ejemplo, cuando los actos o comportamientos de generosidad se convierten en un hábito de nuestra vida.
HABILIDADES SOCIALES (o interpersonales). Se lidera a otras personas y por eso son necesarias también habilidades relacionales, de influencia y cooperación.
Por ejemplo: saber escuchar; saber expresarse de una manera asertiva y convincente, tanto en privado como en público (si es necesario); ser capaz de trabajar en equipo y cooperar con otros; saber aunar voluntades y solucionar conflictos entre personas; saber argumentar y debatir; saber identificar y comprender los sentimientos de los otros (inteligencia emocional); la adaptación a la diversidad…
Es decir, todas esas destrezas que cada vez se valoran más y que, según demostraron las investigaciones del padre de la llamada inteligencia emocional, Daniel Goleman, son incluso más importantes que el coeficiente intelectual para conseguir, por ejemplo, el éxito profesional.
COMPETENCIAS ORGANIZATIVAS. Para determinadas misiones y contextos, son fundamentales; en otros casos, quizá no tanto, aunque a veces están presentes de una manera sutil pero muy real.
Me refiero a los conocimientos y habilidades que tienen que ver con la gestión del tiempo; el análisis de problemas y la toma de decisiones; la planificación; la fijación de objetivos; la definición y ejecución de planes de acción; la distribución de funciones y responsabilidades entre personas; la búsqueda y administración de recursos y medios de todo tipo (incluidos los económicos, claro); el seguimiento y control de resultados; la gestión eficiente de proyectos; la organización de campañas, si es el caso…
COMPETENCIAS TÉCNICAS. Por entendernos: el líder tiene que ser competente en lo suyo, en lo que es específico del campo en el que ejerce el liderazgo. Lo necesita para tomar decisiones acertadas y para poder servir de ejemplo de sus seguidores, para ser creíble y generar confianza.
Es complicado liderar un equipo de alpinistas en el Himalaya, sin tener conocimientos y experiencia de alpinismo. O dirigir una orquesta sin saber música…
Este tipo de preparación (conocimientos y experiencias o habilidades) dependerá completamente de la misión de que ese trate, el campo en el que el líder se mueva y del nivel de responsabilidad que le corresponda.
Conocer el perfil del líder ayuda a entender mejor el proceso del liderazgo, pero sobre todo nos desafía, marcándonos de alguna forma una hoja de ruta para la superación, el desarrollo y el aprendizaje.
Sí, estamos muy necesitados de liderazgo de calidad. Porque hay muchas misiones y objetivos importantes a conseguir, muchos problemas a resolver: el respeto a la dignidad y los derechos de la persona (¡empezando por el derecho a la vida!), la libertad, la justicia, la igualdad, la unidad y la solidaridad, la paz, la seguridad, el desarrollo de los pueblos y las naciones, la erradicación de la pobreza o el hambre, el crecimiento integral de las personas (en lo material, pero también en lo espiritual y cultural), el progreso de la ciencia, la generación de riqueza para todos, la protección del medio ambiente…
La lista de cuestiones concretas o buenas causas en las que podrían aterrizarse esos bienes que acabo de enunciar sería interminable.
Porque las personas tenemos valores, motivaciones, capacidades, necesidades y expectativas de los que a veces ni siquiera somos conscientes. Necesitamos despertadores, personas que nos ayuden a descubrir y sacar lo mejor de nosotros mismos, para ser la mejor persona que podemos ser y comprender que el desarrollo de las virtudes y el servicio a los demás son el mejor camino para la excelencia humana.
Al actor Eduardo Verástegui escuche en una ocasión esta frase: si uno no vive para servir, entonces uno no sirve para vivir; si quieres ser verdaderamente feliz, sirve a los demás. Y el liderazgo, al cabo, no es más que eso: servicio.
Jaime Urcelay
(La primera parte de este artículo puede leerse pinchando aquí)