¿Existen en la realidad eso que veníamos conociendo como equipos de alto rendimiento, rebautizados en la última ola como equipos de cultura agile?
La respuesta no puede ser más que afirmativa. Esa forma de trabajar es una gozosa realidad en la experiencia más cercana de muchos de nosotros, en organizaciones y proyectos de todo tipo.
Las características, los procesos de desarrollo y los beneficios, en diferentes niveles, de estos equipos son temas apasionantes. No ya solo por lo que de su aplicación se puede conseguir en términos de desempeño y resultados superiores, sino, sobre todo, porque, inevitablemente, nos conducen a dimensiones esenciales de nuestra humanidad en las que nos jugamos mucho más que la eficiencia, tantas veces sobrevalorada respecto a otros bienes más importantes para las personas.
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