Mientras fui lector de la Revista General de Marina siempre me gustó curiosear su sección Vieja foto. Lo que nunca me imaginé es que, pasados los años, un grupo de antiguos oficiales del Cuerpo Jurídico de la Armada íbamos a ser protagonistas de un espacio con tanta solera y tradición.
Y, sin embargo, así ha ocurrido en el número de noviembre de 2015 (Tomo 269), gracias a la iniciativa de ese fenómeno que es Alfonso Barradas.
Tal y como aclara el texto que la acompaña, la foto fue tomada el 7 de noviembre de 1984 en la Sala de Justicia de la Zona Marítima del Cantábrico, en Ferrol (La Coruña), con ocasión de unas jornadas de estudio sobre la Jurisdicción Militar. Estaba yo entonces destinado como profesor de la Escuela Naval Militar, en Marín (Pontevedra).
Ahora, en la distancia del tiempo, esta imagen remueve en mí muchas cosas, pese a la ligereza y la desmemoria a las que a veces siento que me he dejado empujar por la vida. Y en verdad no puedo guardar mejor ni más agradecido recuerdo de mi paso por la marina de guerra.
El constante ejemplo de mi padre -del Cuerpo General- y mi propia experiencia vital en los casi ocho años en que formé parte de ella, me hacen aun ver a la Armada Española como una verdadera aristocracia del espíritu. Y, si cabe, este sentimiento cobra para mí todavía más significado a medida que el utilitarismo, el relativismo y la medianía asaltan las últimas posiciones en nuestra vieja piel de toro.
Mi etapa en el Cuerpo Jurídico me permitió, además, encontrarme con personas poco comunes, con algunas de las cuales aun me honro en mantener contacto y amistad. Superiores y compañeros a los que admiro, que me dejaron huella y que son ya parte para siempre de mi biografía más personal. Algunos de ellos, muy queridos, están en la imagen de Ferrol.
El Coronel Auditor José Querol
Especial emoción me produce el recuerdo, a propósito del momento plasmado en la «vieja foto», de José Francisco de Querol y Lombardero («Pipo Querol»), entonces Coronel Auditor de la Auditoría de la Zona Marítima del Cantábrico.
En la mañana del 30 de octubre de 2000 fue vilmente asesinado en Madrid por ETA con un coche bomba. En ese momento era General Auditor y Magistrado de la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo. Tenía 69 años, estaba casado y era padre de cuatro hijos.
En el mismo atentado murieron también su chófer y su escolta y hubo más de 60 heridos. Fueron parte de esas víctimas del terrorismo con las que, como pueblo, tenemos contraída una inmensa deuda moral, pese a todos los olvidos y traiciones.
![[L0BARCELONA - 1] 01LVG-02PORTAD-01 ... 31/10/00](https://jaimeurcelay.files.wordpress.com/2015/12/querol.jpg?w=272&h=381)
Portada del diario La Vanguardia del 31 de octubre de 2000, en la que se informaba del brutal atentado que costó la vida al General Querol
Pero no había que tratarle mucho para apreciar que, por encima de todo, era un hombre excepcionalmente bueno y entrañable, de una sencillez y una austeridad que impactaban.
Cuando se enfrentaba a un problema prudencial complejo le gustaba compartirlo con los Jefes y Oficiales. En esos análisis abiertos, a los que asistí en alguna ocasión, era fácil comprobar la inteligencia y la perspicacia de las que estaba dotado y, a la vez, su cabal sentido de la justicia, lejos de cualquier comodidad o componenda.
Como Auditor de la Armada tenía una auctoritas indiscutible para todos los que estábamos a sus órdenes y era notorio también lo mucho que le valoraban sus mandos del Cuerpo General en la Zona Marítima.
Al recordarle ahora, pido a Dios que le tenga en su gloria y que me haga digno de su ejemplo. Porque mi Coronel Auditor José Querol, como tantos otros servidores de España que visten o han vestido el uniforme del botón de ancla, pone también rostro a los inmortales versos de Calderón de la Barca:
(…) aquí en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la fineza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad, y la obediencia,
fama, honor, y vida, son
caudal de pobres Soldados.
Que en buena, o mala fortuna,
la Milicia no es más, que una
Religión de hombres honrados. (*)
Jaime Urcelay
(*) De la comedia «Para vencer a amor, querer vencerle» (1635).
Jaime, Que recuerdos te habra traido. Feliz año desde Sotosalbos!
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¡Así es! Muchas gracias y muy Feliz Año también para vosotros.
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