La tradición de San Roque en Poza de la Sal y una talla del siglo XVI que urge recuperar

San Roque. Pintura de Francisco Ribalta (c. 1625)

Es bien conocido el arraigo en Poza de la Sal de la devoción popular a los santos. De ello son elocuente testimonio la pervivencia de la celebración solemne de algunas festividades – San Cosme y San Damián (patronos de la Villa), San Blas, San Marcos, Santa Águeda, San Isidro, Santiago, Santa Cecilia, La Magdalena, Santa Lucía, el Santo Ángel y San Antón, principalmente-, las numerosas ermitas a ellos dedicadas que sabemos existieron en los campos pozanos, la importante tradición en el pueblo de las cofradías, los diferentes retablos de la iglesia parroquial o la conservación de un buen número de reliquias en la misma.

La devoción a San Roque

Entre los santos que gozaron de particular devoción en Poza, poco se recuerda hoy a San Roque, pese a que hay datos objetivos que demuestran que durante mucho tiempo debió ocupar un lugar principal en la piedad de las gentes de la villa, especialmente cuando se desataba la terrible epidemia de la peste. Hay que tener en cuenta que las grandes epidemias de enfermedades infecciosas fueron todavía comunes en España durante el siglo XIX y principios del XX (ver en este blog La epidemia de cólera de 1855 en Poza de la Sal, en la prensa de Madrid).

San Roque fue un peregrino occitano del siglo XIV. Nació en Montpellier, en el antiguo reino de Aragón. Recorrió Italia y se dedicó a curar y atender a los enfermos de la peste, a los que también daba sepultura cuando morían, hasta que él mismo contrajo la enfermedad, arrastrándose fuera de la ciudad para refugiarse en un bosque donde morir solo.  Allí nació un aljibe de agua que le calmaba la sed y un perro le llevó pan desde la ciudad, durante varios días. Finalmente, el amo del can cuidó a Roque y éste se curó, continuando su labor de asistencia a los enfermos.

Fue canonizado el 1629 por el papa Urbano VIII y su festividad la celebra la Iglesia el 16 de agosto. Aparece representado, en atención a los referidos hechos de su vida y a los rasgos de su santidad, vestido de peregrino con bordón, sombrero y capa, con una llaga en una pierna y acompañado de un perro, que suele llevar un pan en la boca, o un ángel, si bien a veces aparecen ambos, como veremos ocurre en la talla que se conserva en Poza.

Su devoción se extendió muy rápidamente a partir del siglo XV, siendo considerado santo protector ante la peste y toda clase de epidemias. Además, es protector de peregrinos, enfermeros y cirujanos, entre otros. Su patronazgo se extiende hoy por un buen número de localidades de Europa, España e Hispanoamérica. Rara es la iglesia rural en nuestra nación que no tenga expuesta al culto una talla de San Roque.

Primera página del librito, conservado por una familia pozana, con la novena que se rezaba en la Villa al Glorioso San Roque.

San Roque, en Poza

En lo que se refiere a Poza de la Sal, está documentado que entre 1600 y 1612 se erigió una ermita dedicada a San Roque por compromiso de la villa durante la peste desatada años antes. Se formalizó el voto de la Villa al santo, jurando guardarlo a perpetuidad. Esta ermita, que estaba situada en el solar de lo que después sería cementerio viejo -al que enseguida me referiré-, fue destruida durante la Francesada, al igual que la dedicada a San Sebastián y tantos otros bienes patrimoniales del pueblo.

En fecha desconocida, pero con posterioridad a la construcción de la ermita, se fundó la cofradía de San Roque. Hasta mediados del S. XX, había novena y procesión, en la que el santo llevaba una primicia de la cosecha de uvas, que se ofrecían al santo como petición de que llegasen a sazón. Se veneraba también su reliquia, que fue documentada por Feliciano Martínez Archaga.

La fiesta del santo, el 16 de agosto, se celebraba por encargo del Ayuntamiento, Fiesta Votiva y Procesión, lo que da idea de su importancia. Asimismo, se iba en procesión a la ermita el segundo día de Letanías Menores o martes de la Ascensión.

Era también tradición en Poza ir en Rogativas al Glorioso San Roque cuando las epidemias y enfermedades azotaban a los vecinos. Así puede comprobarse en un acuerdo del Concejo de Poza de 8 de agosto de 1699:

Respecto de la epidemia y enfermedades que cada día se van continuando con más rigor, acordar vaya en Rogativas al Glorioso San Roque, para que por su intercesión y por sus santísimas reliquias, Su Majestad Divina se sirva templar su rigor, y templar la epidemia y enfermedades.

O en este otro de 11 de junio de 1715:

Considerando la gran epidemia de viruelas, y otras enfermedades que hay en esta villa, que están padeciendo niños y mayores (…) acordaron se suba en Rogativa a la iglesia parroquial de esta villa al glorioso San Roque… y para que sea servido de aplacar esta epidemia; y que se eche bando para que a todos les conste, apercibiendo es de que ninguna persona falte a la procesión y misas que se han de celebrar de rogativas bajo pena de una libra de cera.

El viejo cementerio de San Roque

Como antes mencionaba, la ermita de San Roque estaba situada en el que después fue solar del cementerio viejo de Poza, al que se puso precisamente bajo la advocación del santo peregrino. Dicho camposanto se encontraba ya establecido en 1831, después de que en 1825 se abandonase -con quejas entre los vecinos- la costumbre de enterrar en el interior de la iglesia parroquial, si bien ya en 1761 hay noticias de que se realizan enterramientos en la ermita de San Roque, al igual que en otras ermitas, por las muchas muertes provocadas por una epidemia. Igual ocurrió dos años después, en 1763.

La ermita y, después, el cementerio viejo, estaban situados en los terrenos que en los que en los primeros 70 se construyó el Grupo Escolar al que se dio el nombre de Félix Rodríguez de la Fuente.

El cementerio de San Roque fue cerrado al inaugurarse el 25 de julio de 1890 el actual camposanto municipal, pero todavía en el año 1954 se conservaba el arco de piedra de su entrada, situado donde ahora está la Destilería Reino de Castilla. Así lo recuerdan los pozanos veteranos y lo atestigua una curiosa escena de la película Cuerda de Presos, según puede apreciarse en la adjunta fotografía.

Escena de la película Cuerda de Presos (rodada en 1954) en la que se aprecia el arco de entrada al antiguo cementerio de San Roque, en Poza de la Sal.

Un vestigio que aún pervive en el pueblo de la presencia del viejo cementerio y de la ermita es el Camino de San Roque, que forma parte del nomenclátor oficial. Discurre por el sur del casco urbano, desde la calle del Calvario hasta la carretera de Gamonal, donde confluye con el Camino de las Eras. Es posible que se tratase del antiguo itinerario procesional del santo.

En el retablo de la Virgen del Rosario

Otro testimonio de la devoción a San Roque en Poza es la presencia de su imagen en el magnífico retablo de la Virgen del Rosario, adosado en el testero de la nave del Evangelio, en la iglesia parroquial de San Cosme y San Damián. En concreto el santo aparece representado junto a San Miguel en uno de los relieves de la parte superior, en el del lado derecho de la Asunción. El retablo, de 1552, es obra de un imaginero flamenco llamado Amrique, que trabajó como oficial del célebre Felipe Vigarny, según precisó el profesor Alberto C. Ibáñez (1).

Retablo de la Virgen del Rosario, de la iglesia parroquial de San Cosme y San Damián, en Poza de la Sal. En el relieve superior derecho está representado San Roque junto a San Miguel Arcángel.

La talla de Juan de Bueras del siglo XVI

Queda para el final de este breve recorrido por la tradición de San Roque en Poza la referencia a su más significativo vestigio: la talla del siglo XVI del santo que se exhibe en un lugar oscuro y casi escondido en la iglesia parroquial, en concreto en la ventana de la puerta nueva próxima al coro.

La talla procede probablemente de la ermita y fue atribuida por el citado Martínez Archaga al artista Juan de Bueras (1531-1606), aunque no puede descartarse que sea obra de su padre, Simón de Bueras, autor del magnífico retablo de San Andrés, también en la iglesia parroquial y cuya cuidada restauración en 2007 permitió que hoy sea admirado en todo su esplendor. Parece que en este retablo colaboró también Juan de Bueras, considerado el artista más destacado del taller fundado por su padre. Está documentado que Juan realizó en 1583 el relicario de la iglesia parroquial y que participó en 1587 con Juan de Buxos en el retablo de Santa Ana (sustituido en 1742 y situado donde actualmente se encuentra la capilla de la Soledad).

Portada del folleto explicativo editado por la Junta de Castilla y León con motivo de la recuperación en 2007 del retablo de San Andrés, en Poza de la Sal, atribuido a Simón de Bueras.

Los Bueras fueron una dinastía de artistas, iniciada por el citado Simón de Bueras, originaria de la localidad del mismo nombre en Cantabria. Corresponde a un estilo manierista, de marcado expresionismo en los personajes. La labor de este taller de retablistas se extendió desde mediados del XVI por toda la antigua diócesis de Burgos -que incluía la actual Cantabria-, dejando, según los expertos, obras de innegable valor artístico que hicieron de este grupo de entalladores e imagineros, uno de los más participativos y prestigiosos de su momento.

Lamentablemente, la talla de San Roque de la iglesia parroquial, además de escasamente visible por su mala ubicación, se encuentra en un pésimo estado de conservación. Su oscurecimiento por acumulación de polvo y humo de las velas y su pérdida cromática, apenas permiten apreciar su calidad y belleza. La foto adjunta, pese a la dificultad para realizarla, permite hacerse una idea de lo que digo.

Talla de San Roque, atribuida a Juan de Bueras (s. XVI), en la iglesia parroquial de Poza de la Sal.

El santo aparece descubierto, con su característica capa con veneras, la llaga de la enfermedad en la pierna derecha, que el santo muestra, el bordón y lo que parece una calabaza. A su derecha aparece el ángel y a su izquierda el perro con el pan en la boca.

Urge, de más está decirlo, una restauración de este tesoro patrimonial que proporcione consistencia a la madera, limpie sus estratos superficiales y reintegre su policromía para una correcta lectura de la talla. Una mejor ubicación en la iglesia o, al menos, la iluminación de la actual, ayudarían también a poner en valor esta obra de arte,  expresión, en otro tiempo, de la piedad de nuestros mayores.

La sensibilidad hacia el patrimonio artístico y cultural de Poza y la memoria de la secular devoción de los pozanos hacia San Roque, bien merecen que cuanto antes y por quien corresponda, se aborde este proyecto de restauración, con la esperanza de que sirva también para relanzar el culto en nuestro pueblo a este santo.

Jaime Urcelay

(1) IBÁÑEZ, Alberto C.: «El Retablo de la Virgen de Poza de la Sal (Burgos)», Varia, Universidad de Valladolid, 1975, pág. 639.

(Actualizada el 16/11/2024).

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