Cuesta resignarse a lo que es anómalo y artificial. La búsqueda de significado y coherencia forma parte, de una manera o de otra, de nuestra naturaleza. Quizá por eso sentimos resistencia ante los fenómenos a los que falta alguna lógica y cuya comprensión se nos puede escapar.
La hostilidad que en significativas parcelas de nuestro espacio público se respira hacia el cristianismo y, más en concreto, hacia buena parte de lo que tiene que ver con la Iglesia Católica, entra de lleno para mí en esa frustrante experiencia.