Refiriéndose a Poza de la Sal (Burgos), Dionisio Ridruejo escribió que es un «lugar de extraordinario interés para los aficionados a las antigüedades misteriosas, esto es, anteriores a toda fácil documentación» (1).
No exageraba el escritor y político soriano. Sorprende, además, que apenas haya dejado huellas documentales antiguas una población que, merced a la importancia de sus salinas y de su ubicación estratégica, debió tener desde tiempos remotos relevancia cultural, política y económica. Lo ponen de manifiesto, por ejemplo, los hallazgos arqueológicos del primer tercio del pasado siglo, los documentos sobre las salinas de Poza en el llamado Becerro Gótico de Cardeña (2), su condición de cabeza de un alfoz medieval, o los restos de sus imponentes murallas.