
Retomando el nombramiento en 1523 del historiador y poeta Andrea Navagero como embajador extraordinario de la República de Venecia, junto con Lorenzo de Priuli, en la corte carolina, debe señalarse, antes de nada, que coincidió con un momento especialmente delicado de las relaciones internacionales y, en concreto, para los intereses de Venecia, sumida en una cierta crisis de su hegemonía comercial del Mediterráneo.
El mismo año 1523, Carlos V y dicha República habían concluido un acuerdo de paz, dando lugar a una alianza secreta a la que se unieron Inglaterra, Fernando I de Habsburgo, el papa, Florencia y el Ducado de Milán. Por ello, la primera misión de Navagero y Priuli era asegurar la aplicación de ese acuerdo, pero, a la vez, tratar de no comprometer las relaciones con el aliado francés, al que se consideraba garante de sus fronteras.
Francia preparaba en ese momento una ofensiva en Italia contra las fuerzas imperiales, con el propósito de conquistar Milán, proyecto que terminó con la inesperada derrota francesa en Pavía (24 de febrero de 1525), dejando al descubierto la ambigüedad de las maniobras diplomáticas venecianas. Navagero y Priuli estaban obligados a contemporizar ante Carlos V para gestionar la posición veneciana en el nuevo escenario, marcado por la prisión del rey francés Francisco I y la firma del Tratado de Madrid el 14 de enero de 1526.

Como explica Alonso Gamo,
«La Señoría necesitaba en España no de un político propiamente dicho, sino de un hombre de letras; de buena fe por una parte y suficientemente alejado de las intrigas por otra; capaz de atraerse a los españoles por su inteligencia ya que no podría hacerlo por sus obras, pues su posición habría de ser falsa desde un principio, dado que en la mente de quienes lo enviaron no salió con ánimos de entendimiento, sino con la encubierta intención de ganar tiempo»1.
Retraso del viaje a España
Este contexto explica el retraso de los nuevos embajadores en su incorporación a su destino en la corte del César, pospuesta hasta que, por fin, recibieron el mandato de la Señoría veneciana para hacerlo. No llegarían a España, concretamente a Palamós, hasta el 24 de abril de 1525, después de una accidentada navegación.
Estas circunstancias se ponen de manifiesto en uno de los pasajes iniciales de El Viaje, una de las pocas veces en la que hace referencia al escenario político y militar del momento:
“(…) Siendo la Armada francesa potente en el mar, con Andrea Doria, que había apresado a Don Hugo de Moncada, sobrevenidas después la retirada del duque de Borbón y del ejército de España de Marsella y la audaz entrada del rey de Francia a Italia, quedé a la expectativa, hasta que tuvo lugar el hecho de armas de Pavía, en el que casi fue destruido el nombre de francés, con el apresamiento del rey mismo y la muerte o apresamiento de toda la nobleza de Francia. Recibí entonces carta de la Ilustrísima Señoría, que me ordenaba que fuera a Génova, donde encontraría al Magnífico M. Lorenzo, mi compañero, quien para ese tiempo se había restablecido por completo en Parma y había sido comisionado para que viniese a Génova, para que desde allí pasásemos a España”2.
Navagero era consciente, desde el principio, de la seriedad de su cometido. A su amigo Ramusio, le escribió:
“Os diré que mi cargo es de suma importancia y tal vez de las mayores que de algunos años acá se le ha echado a alguien sobre los hombros”3.
Se asombraba, no obstante, de la poca información con la que salió de Italia, ante lo cual recurrió a escribir a Gaspare Contarini, el embajador veneciano al que sustituían y que aún permanecía en la corte imperial en Toledo.
Como bien sabemos, el itinerario seguido en su embajada, siempre al lado del emperador hasta los sucesos de enero de 1528, quedó narrado en El Viaje, al que estará dedicada la tercera parte de esta entrada. No es, sin embargo y frente a lo que generalmente se ha sostenido, su único testimonio de la misión diplomática en España. De manera más o menos regular, envió despachos a la Señoría relatando los pormenores políticos y diplomáticos de cada momento, sin contar con su correspondencia no oficial, de la que se conservan las cinco cartas a Ramusio, en las que le anticipa algunos extractos de El Viaje.

Un hábil y discreto diplomático
Por lo demás y repasando los referidos despachos, parece que Navagero fue un hábil y discreto diplomático, fiel al mandato y los intereses de la República de Venecia, que le llevaron a cerrar filas con la estrategia dilatoria de los franceses y sus aliados de la Liga Clementina durante las sucesivas negociaciones sobre la paz de Italia en Valladolid, Palencia y, finalmente, Burgos.
Como consecuencia de este alineamiento, no pudo evitar ser detenido por orden del emperador, como sus colegas, durante casi cuatro meses en Poza de la Sal, cuando Francia e Inglaterra declararon solemnemente la guerra al emperador en Burgos el 22 de enero de 1528.
Temeroso, como italiano, del creciente poder del emperador en la península italiana, no por ello dejó de reconocer la grandeza y sinceridad de intención de Carlos V, quien le acogió bien a su llegada a Toledo y por el que siempre mostró el mayor respeto.
En la corte de Carlos V debió desplegar, además, relaciones estrechas con el amplio círculo cultural que rodeaba al emperador. A este entorno pertenecieron, por ejemplo, los poetas Garcilaso de la Vega (Toledo, 1491/1503 -Niza, 1536) y el ya mencionado Juan Boscán.

Interés por las novedades del Nuevo Mundo
Particular interés mostró Navagero por todo lo relacionado con los descubrimientos del Nuevo Mundo, una información que es posible tuviera relevancia política para una potencia comercial como era Venecia, pero que, sobre todo, buscaba satisfacer la curiosidad que compartía con sus amigos humanistas de Venecia. De este interés hay suficientes muestras en diferentes pasajes de El Viaje y en sus cartas a Ramusio.
Ya hemos visto que nuestro embajador fue el traductor de obras notables sobre América, procedentes de la pluma de Pedro Mártir de Anglería, cronista y consejero de Indias, con quien consta que tuvo trato cercano, y del historiador Gonzalo Fernández de Oviedo, nombrado cronista oficial de América en 1532 y conocedor de primera mano de la conquista. También con éste habría tenido amistad, aunque la cuestión está abierta.
Trato cercano tuvo asimismo con el arzobispo García de Loaysa y Mendoza (Talavera de la Reina, 1478 – Madrid, 1546), confesor de Carlos V y presidente del Consejo de Indias.
Sabemos también que, durante el tiempo de su misión diplomática en España, el veneciano tuvo acceso a las mejores bibliotecas de la época y que atendió los encargos de libros de literatura y relaciones sobre el Nuevo Mundo que le hicieron sus amigos italianos.
Prueba de su buen hacer en la misión en España, sería su nombramiento el 29 de septiembre de 1527 como sabio di Terraferma, cargo que no pudo asumir hasta el 3 de octubre de 1528, cuando hubo regresado a Venecia, tras el final de la ya referida detención en Poza de la Sal.
El 17 de octubre no consiguió, sin embargo, votos suficientes para ser elegido riformatore del Estudio o Universidad de Padua, pero el 9 de enero de 1529 sí se le consideró con méritos suficientes para ser elegido, como ya hemos tenido ocasión de ver anteriormente, embajador en Francia.
Jaime Urcelay
(Continuará)
Partes anteriores de esta entrada:
Andrea Navagero. Biografía y obras (I)
NOTAS
- Viaje a España del Magnífico Señor Andrés Navagero (1524-1526), traducción y estudio preliminar de José María Alonso Gamo, Editorial Castalia, Valencia, 1951, pág. 21 ↩︎
- En este caso, traduzco directamente de NAVAGERO, A.: Il Viaggio fatto in Spagna et in Francia, Impreso por Domenico Farri, Venecia, 1563, pág. 2. ↩︎
- Viaje a España…, op.cit., pág. 145. ↩︎