Mis lecturas. «Todos somos frágiles (también los psiquiatras)», de Aquilino Polaino y Álvaro Sánchez León

Entre los muchos encuentros personales con los que me he sentido regalado a lo largo de la vida, el de Aquilino Polaino tiene para mi un lugar muy especial. Quizá por lo mucho que le admiro como ser humano y como profesional, considerándole un gigante a mi lado. Por ver en él un sabio, en el sentido más profundo y bíblico de la palabra. O, tal vez, precisamente, porque la relación con él ha transcendido siempre esa enorme diferencia de talla para hacerse cercana, entrañable, como la que se tiene con un verdadero amigo.

Cuando más trato tuvimos, atravesaba yo unas circunstancias personales dolorosas, que él debía conocer de sobra. Pero nunca me preguntó nada directamente ni esperó de mí justificaciones. Y sin embargo, sin necesidad de decirme nada en concreto que tuviera que ver con aquello, tuvo la capacidad de hacerme sentir que comprendía lo que estaba pasando y, sobre todo, que le traían sin cuidado las condenas de otros. Confiaba en mí y estaba empeñado en demostrarme su compasión y aprecio. Frente a los que juzgaban por constructos abstractos e irreales, para él lo decisivo era su experiencia con la persona concreta y única.

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