
Con tristeza he recibido esta semana pasada la noticia del cierre de la taberna-librería Casamata, una iniciativa con la que me he sentido muy identificado, involucrándome hasta donde me ha sido posible y en la que tanto he disfrutado y aprendido a lo largo de estos dos años.
Pero por encima de ese sentimiento de pena, creo que deben estar los de gratitud y admiración hacia esos jóvenes, «cinco amigos enamorados», que arriesgaron y lucharon para abrir un camino diferente, a mi juicio con mucho potencial en la línea que necesitamos para la renovación de nuestra cultura.
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