Mis lecturas. «Lucía en la noche», de Juan Manuel de Prada, o la necesidad de la novela

Quienes sigan habitualmente las publicaciones de Juan Manuel de Prada creo que convendrán conmigo en que estamos asistiendo a una edad de oro de nuestro escritor, tanto por la cantidad como, sobre todo, por la calidad de lo que está escribiendo.

Personamente suelo encontrar en sus frecuentes artículos en la prensa un impagable nutriente para intentar comprender la complejísima realidad de nuestro tiempo, expresado además desde una libertad de criterio y un talento en las formas que hacen de Prada un autor muy singular.

La lectura ahora de su reciente novela Lucía en la noche (*), con la que he disfrutado muchísimo, me ha ratificado en esta impresión. Definitivamente, la inspiración se ha posado en Juan Manuel de Prada.

Una novela de misterio y redención

Puede sonar a tópico, pero Lucía en la noche es una novela que atrapa desde las primeras páginas y que se devora en apenas un fin de semana. Quizá como ninguna de las que he leido en los últimos tiempos.

Sus principales ganchos para conseguirlo: un relato de muchísima intriga, muy bien administrada; una apasionada historia de abismo-amor-redención; y la genialidad del escritor en el uso de la palabras, en muchas páginas con una belleza y una capacidad evocadora que asombran y conmueven.

De la trama, que quiere ser un homenaje a la película de Alfred Hitchcock Vértigo (1958), poco puede contarse sin destrozar la novela al potencial lector. Básicamente, es la historia de un escritor de renombre -Alejandro Ballesteros, a quien los lectores de Prada ya conocíamos por Mirlo blanco, cisne negro (2016)-, sumido en una profunda crisis vital y vocacional. En una de sus noches de crápula conoce a Lucía, una enigmática mujer de la que se enamora apasionadamente, alcanzando una transformación que le hace recuperar el valor y el significado de su propia existencia. Hasta que un día la chica desaparece y comienza un tiempo de búsqueda y vértigo que, con una hábil estructura narrativa en dos espacios temporales, nos sumerge en un mundo lleno de misterio. Un mundo y unos personajes que ya no dejarán de perturbarnos hasta prácticamente el final de la obra.

Prada es Prada

Todos estos elementos hacen de la lectura de Lucía en la noche una experiencia muy recomendable, de verdadero gozo.

Hay, además, otros elementos de la novela que ayudan a redondear su atracción. Destaco dos.

En primer lugar, el telón de fondo de la vocación del escritor y todo lo que hoy la rodea, en el que -como en otros aspectos de la novela- Juan Manuel de Prada proyecta su propia biografía, como ya hizo en la citada Mirlo blanco, cisne negro, algunos de cuyos personajes recupera. Hay aquí también de nuevo una novela dentro de la novela, un recurso que da mucho juego.

Segundo, Prada es Prada. El incalificable escritor, como ahora tanto dicen de él. Una personalidad a contracorriente, comprometida con una visión del mundo antimoderna, que fustiga sin piedad paradigmas, tipos humanos y referentes sociológicos de nuestro presente, tan envenenado por la corrección política y el pensamiento líquido. La novela es pródiga a la hora de mostrar esta mordaz seña de identidad de su autor y, al menos para mí, ha sido otro buen motivo para disfrutarla.

En este capítulo de la señas de identidad de Prada, personalmente he agradecido también que el escritor haya evitado en Lucía de noche su propensión a recrearse en la descripción de ambientes o situaciones sórdidos, tan característica de sus novelas anteriores y que nunca me ha convencido.

La novela como necesidad

En alguna de las muchas entrevistas a nuestro escritor que estos días han publicado los medios, Juan Manuel de Prada reivindicaba el valor y la necesidad de la novela como género literario.

Venía a decir que, cuando una novela tiene calidad, además de entretenernos y proporcionarnos el gozo de las posibilidades expresivas del lenguaje escrito, resulta ser un camino valiosísimo para adentrarnos en el misterio de la condición humana. Para conocernos y comprendernos, viviendo otras vidas. Para saber quiénes somos.

Lucía en la noche me ha parecido, en este sentido, una brillante confirmación de la necesidad de la novela, también para aquellos más dados a los libros de no-ficción. Hay que leer buenas novelas y la que he comentado aquí es, con todo derecho, una de ellas.

Jaime Urcelay

(*) Espasa, Barcelona, 2019, 413 páginas.

2 comentarios en “Mis lecturas. «Lucía en la noche», de Juan Manuel de Prada, o la necesidad de la novela

  1. Habituada a leer sus artículos, está ha sido la primera – y sin duda no será la última – novela de Prada que he leído. Gracias por la recomendación!

    El paralelismo con Vértigo, la intriga del argumento desde el primer momento y el tema de la inspiración artística son los aspectos que más me han hecho disfrutar de esta magnífica novela. Pero por encima de ellos, la capacidad de explicar e ir descubriendo el presente a raíz del pasado, generando en el lector una sensación de suspense cada vez mayor a la vez que cree ir descubriendo la trama.

    Aún así, la historia de Lucía «tan perfecta» que de todo es capaz, (supongo que se debe a su papel de musa), me ha resultado inverosímil en algunas ocasiones.

    Lo mejor: La reflexión a la que invita el autor sobre hasta qué punto conocemos a aquellos que nos rodean, y la necesidad de que cuando veamos qué algo no parece estar bien en ellos, no debemos dejarlo pasar.

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    • Muchas gracias, Pilar, por tu comentario.
      Me alegra que hayas disfrutado con la novela de Prada, de quien ya habrás notado que soy un apasionado… quizá en exceso, es verdad.
      Las observaciones que haces sobre «Lucía en la noche» son muy interesantes. Me quedo con esa necesidad que apuntas de respetar e intentar comprender y acoger el mundo interior de los que nos rodean… Gracias!!

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